Desde las peticiones de Dwight Howard de ser cedido a otro club hasta la intervención de la liga para impedir el canje que llevaría a Chris Paul a los Lakers y la transacción alternativa que hizo Los íngeles para el disgusto de Kobe Bryant, las muestras de descontento abundan en la NBA pese al levantamiento del paro.
«Nadie está contento», dijo el alero de los Spurs Tim Duncan, en referencia a los términos del nuevo convenio colectivo, que en cierta forma es tan similar a los anteriores que muchos se preguntan si valió la pena el cierre patronal de cinco meses.
Pero el comentario de Duncan pudo haberse aplicado también a la insatisfacción que han manifestado varios astros que quieren mudarse, a quienes critican al comisionado David Stern por impedir el canje de Paul o a los ejecutivos de los clubes que deben ahora tenerlos listos para jugar en Navidad a marchas forzadas.
«Esto está muy mal, de verdad. No refleja por ahora el gran producto que teníamos, ¿saben?», dijo el exentrenador y comentarista de ABC/ESPN Jeff Van Gundy. «Una cosa es tener un verano y un otoño de discordia por las negociaciones laborales y otra ver una organización caótica una vez que se resuelve lo anterior».
Van Gundy atribuyó buena parte de los problemas al dinero, lo cual no resulta extraño. Los dueños de los equipos ahorrarán bastante tras lograr que los jugadores accedieran a una reducción de 12% en los costos salariales bajo el nuevo contrato.
Pero para lograr eso a tiempo de salvar la temporada, los propietarios dieron otras concesiones sobre asuntos que habría sido necesario resolver para preservar la equidad competitiva que dicen haber fortalecido.
Así, Paul y Howard están empeñados en mudarse de equipos pequeños a otros más poderosos, tal como Carmelo Anthony y LeBron James lo hicieron el año pasado. Y no existe un mecanismo efectivo para detenerlos, ni siquiera con el nuevo contrato.
«Seguro que el aficionado normal y ustedes también se preguntan por qué pasó todo esto. Uno mira esto y se pregunta: ¿para qué fue el paro?», dijo el escolta de Miami, Dwyane Wade. «No veo que esto haya sido de ayuda ahora. Quizás en unos años miremos atrás y veamos por qué ocurrió este cierre. Pero por ahora no es tan evidente… El equilibrio competitivo era una promesa inalcanzable. Sabíamos que era imposible en cierto modo, particularmente cuando había jugadores dispuestos a aceptar menos dinero».
Eso es lo que hicieron Wade, LeBron James y Chris Bosh a mediados del año pasado para jugar en el mismo equipo.
Los dueños pudieron tratar de impedir que se conformaran equipos tan poderosos a través de un tope salarial rígido o de ciertas condiciones que vincularan a algún jugador con cierto club, como se hace en el fútbol americano. Pero los jugadores se resistieron a esos cambios en un esfuerzo por preservar un sistema que se parece al anterior, el cual da a los clubes la capacidad de exceder el tope si están dispuestos a pagar un «impuesto al lujo» a la liga.
El acuerdo tentativo sobre los temas principales no se alcanzó sino hasta el 26 de noviembre, y Stern dijo que la temporada regular comenzaría en Navidad si el contrato se ratificaba a tiempo. Pero ello implicó que el período de negociaciones con los jugadores libres inició al mismo tiempo que las pretemporadas, lo que obligó a algunos equipos a entrenar apenas con un puñado de jugadores, mientras las transacciones esperaban el visto bueno de la oficina de la liga.
«Fue arbitrario señalar que la Navidad era la fecha de inicio. No hay una fecha mágica para comenzar. Simplemente había que posponer esto», consideró Van Gundy. «Había que dejar que hubiera un período normal de jugadores libres, de una semana o 10 días, y luego dos o tres semanas de entrenamiento con algunos partidos de exhibición. Había que dar la posibilidad de hacer lo necesario y comenzar en cualquier fecha».
«No veo en qué ayudó el saltarse algunos pasos, salvo en el bolsillo», agregó. «Creo que a veces sacrificamos una buena parte del producto por el dinero».