El Chacal recibe segunda condena


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Carlos el Chacal, el extravagante venezolano que simbolizó el terrorismo de la Guerra Frí­a, fue condenado la noche del jueves a una segunda cadena perpetua en un juicio en Parí­s.

Por PIERRE-ANTOINE SOUCHARD PARIS / Agencia AP

Al final, el acusado exaltó la revolución y lamentó la muerte de Moamar Gadafi.

Carlos, cuyo verdadero nombre es Ilich Ramí­rez Sánchez, no ha estado en libertad desde que agentes franceses lo sacaron de Sudán en una bolsa en 1994. Ya está cumpliendo una sentencia de cadena perpetua en una prisión francesa por un triple asesinato en 1975, el peor castigo que se puede imponer en un paí­s donde no existe la pena de muerte.

Otrora uno de los hombres más buscados del mundo, el ex pistolero a sueldo y autoproclamado revolucionario fue escoltado fuera de su celda y de regresó a la corte el mes pasado para enfrentar las acusaciones de instigar cuatro atentados en Francia en 1982 y 1983 que mataron a 11 personas e hirieron a más de 140.

Justo antes de la medianoche del jueves, el tribunal declaró culpable a Ramí­rez de los cuatro ataques, y lo sentenció a cadena perpetua, sin posibilidad de libertad condicional por 18 años.

Combativo y desafiante durante las seis semanas de juicio, Ramí­rez, de 62 años, negó cualquier participación en los ataques.

Su abogada y compañera sentimental, Isabelle Coutant-Peyre, dijo a The Associated Press que él planea apelar. Señaló que Ramí­rez fue ví­ctima de un proceso politizado y criticó a los investigadores por usar archivos de paí­ses del antiguo bloque comunista para ayudar a los acusadores.

Los abogados de las ví­ctimas acogieron con agrado la sentencia largamente esperada, casi tres décadas después de los sangrientos atentados.

Ramí­rez sembró el miedo en las capitales de Europa occidental y Medio Oriente durante la Guerra Frí­a, y se cree que estaba relacionado con los secuestros y atentados de grupos terroristas palestinos y de extrema izquierda.

El acusado, que parecí­a disfrutar el hecho de acaparar los reflectores en el juicio parisino, usó la tribuna de los defendidos como un púlpito y habló durante cinco horas el jueves en su testimonio final.

Yo soy un archivo viviente. La mayorí­a de las personas de mi nivel están muertos», declaró, leyendo de una libreta en un discurso que se distanciaba de los casos que se juzgaban. Después de tres horas, dijo: «Disculpen, me estoy tomando mi tiempo, es una pequeña recapitulación».

En un final emotivo, leyó un texto en memoria del lí­der libio Moamar Gadafi, una especie de hermano ideológico que financió ataques contra Occidente en su tiempo. Gadafi fue asesinado en octubre después de que los rebeldes apoyados por ataques aéreos de la OTAN lo expulsaron del poder.

«Este hombre hizo más que todos los revolucionarios», dijo Carlos entre sollozos, para concluir el monólogo con un «Â¡Larga vida a la revolución!».

El presidente venezolano Hugo Chávez dijo que buscaba garantizar que los derechos de Ramí­rez fueran respetados durante su juicio en Francia. Chávez ha elogiado anteriormente a Ramí­rez como un combatiente revolucionario y ha dicho que no lo ve como un terrorista. No hubo una respuesta inmediata del gobierno venezolano a la sentencia.

El juicio se refiere a un ataque en marzo de 1982 contra un tren entre Parí­s y Tolosa; un ataque en abril de 1982 a las oficinas en Parí­s de un periódico en lengua árabe; y dos ataques en el Año Nuevo de 1983, uno en un tren de alta velocidad TGV y otro en una estación en Marsella.

Los investigadores dijeron que los dos primeros ataques pretendí­an conseguir que las autoridades francesas liberaran a la novia de entonces de Ramí­rez, Magdalena Kopp — con quien más tarde se casó y tuvo una hija — y a su camarada de armas Bruno Breguet.

Se cree que Ramí­rez, durante una carrera en el terrorismo internacional que duró dos décadas, trabajó para la Baader-Meinhof de Alemania, el Frente Popular de Liberación de Turquí­a, el Ejército Rojo Japonés, el grupo separatista vasco ETA y las Brigadas Rojas de Italia. El era el principal sospechoso en la toma de rehenes de los ministros de petróleo de la OPEP, en 1975, que dejó tres muertos.

Los refugios seguros comenzaron a escasear y sus aliados se volvieron sospechosos para Ramí­rez una vez que el mundo fue sacudido por la caí­da del comunismo a partir de 1989. Agentes secretos franceses lo alcanzaron en su refugio en Jartum, Sudán, en 1994, y un tribunal francés lo condenó en 1997 por el asesinato en 1975 de dos agentes secretos franceses y un presunto informante.

Vladimir, el hermano menor de Ramí­rez, cuestionó el veredicto y acusó a las autoridades francesas de violar en varias ocasiones los derechos de su hermano.

«En el juicio se demostró sobradamente con elementos contundentes … que el estado francés no tenia pruebas en contra de Ilich, que realmente habí­a muchas deficiencias, muchas carencias en el caso planteado por la fiscalí­a», dijo a The Associated Press en una entrevista telefónica en Venezuela.

También condenó a las autoridades francesas por la captura de su hermano en Sudán en 1994.

«Todos esos juicios son ilegales porque Ilich esta ilegalmente en Francia producto del secuestro», añadió.

Vladimir Ramí­rez ha encabezado protestas en Venezuela para exigir la repatriación de su hermano mayor a su tierra natal.