Durante los primeros setenta años después del nacimiento de Jesús (cuyo nombre original era Yeshua, o Yahushua o Yehoshua), la capital de Judea era Jerusalén; ciudad que tenía quizá unos 25,000 habitantes. Estaba situada casi en el centro de Judea. Geográfica y políticamente dependía de Siria, que era una de las provincias más importantes de Roma. La máxima autoridad administrativa y judicial de la ciudad era el Gran Consejo, o Sanhedrín, presidido por el Sumo Sacerdote.
Herodes El Grande gobernaba Judea cuando nació Jesús. Este gobernante reconstruyó el templo que los babilonios habían destruido siglos antes, y construyó palacios, sepulcros, fortalezas, murallas y acueductos. En la época de Jesús adulto, el gobernador de Judea era Herodes Antipas, hijo de Herodes El Grande. Griegos notables, entre ellos historiadores y maestros de retórica, eran invitados a las cortes herodianas, Jerusalén era principalmente la ciudad del templo; aquel templo cuya precisa estructura Yahweh le había revelado a Ezequiel. El templo de Jerusalén era, en esa época, el único santuario de los judíos, y ello le confería una función importante en la economía de la ciudad. El templo recaudaba recursos que provenían de impuestos, votos, alquiler de bienes inmuebles y donaciones de todo el mundo. Recaudadores privados, a quienes la autoridad gubernamental les había dado en alquiler la aduana de la ciudad, cobraban los impuestos de importación.
Jerusalén producía ungí¼entos y resinas, y quizá también aceite extraído de las rosas. Abundaba la piedra. Los rebaños suministraban lana y pieles, y los olivares suministraban aceitunas y madera. El agua era escasa. Los trabajadores eran principalmente cardadores, tejedores, bataneros, sastres, herreros, albañiles, canteros, alfareros, panaderos y carniceros.
Israelitas extranjeros llegaban anualmente a la ciudad para participar en las fiestas religiosas. Jerusalén atraía también a grandes comerciantes, a prósperos recaudadores de impuestos y a ricas familias judías. La misma familia herodiana solía visitar Jerusalén durante las fiestas religiosas. Había en Jerusalén dos importantes grupos sociales: la aristocracia sacerdotal hereditaria, y la nobleza laica. Empero, ya en la época de Jesús habían nuevos grupos importantes: los escribas, los saduceos, los fariseos, los celotas y los esenios.
Los escribas eran los poseedores de la ciencia divina y esotérica. Creían en un reino terreno y en un reino celestial, en el que los seres humanos serían juzgados después de muertos. Los saduceos aparentemente no creían en una vida ultraterrena; creían que las normas consignadas en los libros divinos debían ser obedecidas por todo el pueblo, el cual debía constituir una sociedad santa; y aceptaban que Jerusalén estuviera sometida al gobierno romano. Los fariseos eran considerados practicantes del ideal de vida que predicaban los escribas. Los celotas se oponían al dominio romano. Los más violentos de ellos eran los sicarios. Los esenios constituían una secta religiosa que creía en la inmortalidad del alma y en el castigo divino del pecado. Supuestamente Jesús fue miembro de esa secta. Empero, es probable que no lo haya sido.
Post scriptum. En el año 66, los judíos comenzaron a rebelarse contra Roma. Finalmente Jerusalén fue sitiada y arrasada en el año 70. El apóstol Pablo había emprendido ya la extraordinaria faena misionera que contribuiría a transformar el cristianismo en una religión universal.