La picardía y la corrupción no tienen límites y sin duda que recurren al ingenio. En días recientes hemos sabido que los mareros y similares dispusieron reclamar el pago de una cuota extraordinaria en la extorsión que practican como sistema cotidiano para cubrir nada más y nada menos que “su aguinaldoâ€, tomando en cuenta que todo trabajador recibe un emolumento adicional en el fin de año y no vieron razón para ser marginados de ese beneficio.
Pues resulta que no sólo los pandilleros piensan en su aguinaldo, sino que también los funcionarios corruptos y similares se han dedicado en estos días a hacer negocios adicionales, de última hora, que representan su último chance para obtener ese deseado aguinaldo adicional. Ciertamente ellos reciben su aguinaldo formal por los ingresos decentes que reciben mensualmente, pero sienten que si todos los meses les cae algo de “moco†por las mordidas o comisiones que les entregan los contratistas y proveedores del Estado, no hay razón para que Diciembre no signifique la oportunidad de doblar sus ingresos por tal concepto, sobre todo en este año en el que la mayoría de ellos terminan sus funciones y vuelven a la llanura después de un período en el que se aprovecharon de la debilidad institucional de la Contraloría de Cuentas y del celo de Colom y su gente para mantener en secreto el manejo de las cuentas públicas.
El problema de la corrupción en Guatemala es de gran envergadura porque el sistema está hecho para que todos roben y esquilmen al erario público. Lo hacen los funcionarios que autorizan o deciden las compras y contrataciones y lo hacen los proveedores y contratistas que se prestan al perverso juego de pagar comisiones para vender a precios más altos y construir obras de pésima calidad. Y no hay distingos de clase, puesto que lo mismo se corrompe quien maneja una ONG, ahora en el ojo del huracán, que el gerente y los propietarios del negocio de postín que ven con desprecio a los chorreados que les disputan parte del pastel que históricamente se han repartido con la mayor tranquilidad.
La gran debilidad institucional de Guatemala está marcada por el sello de la impunidad y porque en la corrupción todos se tapan con la misma chamarra. Ni al político ni al empresario les interesa que termine un juego que ha sido sumamente lucrativo para los que se enrolan en las prácticas del tráfico de influencias. Para ser parte del sistema simplemente basta observar las reglas del juego, descritas tan sencillamente por aquel funcionario de la OIM que dijo lapidariamente que en Guatemala no hay obra sin sobra, a lo que debemos agregar, y sin aguinaldo.
Minutero:
En vísperas del traspaso
proliferan los trinquetes
y circulan los paquetes
que cubren el último plazo