Las mañas no tienen etiqueta ni uniforme


Oscar-Clemente-Marroquin

La Secretarí­a de Asuntos Administrativos y de Seguridad de la Presidencia se estableció, supuestamente, para terminar con las mañas del Estado Mayor Presidencial controlado por los militares. Se les achacaba no sólo la práctica de métodos represivos que se incrementaron durante el conflicto, sino el manejo, sin control, de millones de quetzales que administraban como la Caja Chica del Presidente sin rendirle cuentas a nadie.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

 


La decisión publicada ayer para mantener en reserva todos los manejos importantes de la SAAS confirma que las mañas no tienen etiqueta ni uniforme y que la institución civil encargada de la seguridad del Presidente y Vicepresidente, así­ como de sus familias, ha incurrido en los mismos excesos que se querí­an corregir, sobre todo en el tema de la transparencia y los abusos en el uso de los recursos públicos. No es simplemente el escándalo, suficiente para cuestionar la reserva de datos decretada por la misma SAAS y por la Presidencia de la República, del alquiler de carros blindados y el menos cuantioso pero más deleznable de la compra de guaro para el Presidente de la República. Cualquiera de esos dos escándalos son suficientes para darnos cuenta de las cosas que quieren encubrir, puesto que apenas está a luz la punta del iceberg, y nos sirven para entender el trasfondo de la decisión.

Pero hay cosas más importantes, como el papel que jugó la SAAS en la seguridad de la esposa del Presidente y posteriormente cuando se produjo el recordado y célebre divorcio de la pareja. La señora Torres, a quien el anterior titular de la SAAS complací­a sumisamente como lo hizo cualquier funcionario de este gobierno so pena de perder el chance, ordenó a su marido que quitara a Ricardo Marroquí­n del puesto. Colom, abochornado por la orden, dispuso trasladar al Secretario de la SAAS al cargo de interventor de la Portuaria Quetzal, simplemente porque Marroquí­n pretendí­a un mí­nimo de institucionalidad en el manejo del personal. Pero como no cabí­a la institucionalidad en el traslado de gente para que se encargara de la seguridad de la que fue esposa del Presidente con la garantí­a de que serí­an recontratados pasara lo que pasara, el que fuera en tiempo de Portillo primer director de aquella SAAS que nunca cuidó al Presidente se tuvo que conformar con ir a aprender de puertos.

El tema de la SAAS tiene que ver con el manoseo de toda la institucionalidad del Estado que se produjo en este gobierno porque hubo un fenómeno especial cuando quien dirigió al paí­s y giraba todas las órdenes no era quien fue electo por el pueblo como gobernante, sino su mujer que usurpó el poder por la complaciente actitud de su marido. Los encargados de la seguridad presidencial no estuvieron ajenos a ese manoseo y deterioro institucional y poco a poco la Secretarí­a se convirtió en un arca abierta, donde la anarquí­a y el relajo abrió las puertas a manejos que ahora pretenden ocultar con esa reserva de información que resulta acaso más escandalosa porque deja ver cuán preocupados están por impedir el libre acceso a los datos sobre la forma en que manejaron la dependencia, tanto en sus aspectos financieros como en los relacionados al cumplimiento de sus funciones especí­ficas.

Cuando el nuevo Presidente integre su equipo de seguridad, no faltarán los que digan que se está regresando a estructuras militares, pero hay que advertir desde ya que la SAAS, como entidad civil, se contaminó con la corrupción de este gobierno y eso le hace un daño enorme al esfuerzo que hizo la sociedad tras los Acuerdos de Paz para terminar con la existencia de un Estado Mayor que funcionaba como poder paralelo. Someterse a caprichos y saltarse la jerarquí­a institucional tiene efectos irreparables.