R E A L I D A R I O (DCCIII)


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¿LA ESPERANZA? Es un mal crónico y crí­tico, incurable, insidioso y oportunista, que disfraza sus sí­ntomas con apariencias inocuas e incluso beneficiosas; es endémico y epidémico a la vez; se transmite por simple contacto visual o por ondas sonoras que ablandan la corteza cerebral y la capacidad de discernir (cualquier propaganda, sermones, discursos polí­ticos cargados de promesas).

René Leiva

 


Como toda mala hierba, la esperanza no muere ni con el muerto.  Le sobrevive.  Si la esperanza sobrevive a la muerte, también a la guerra, a las catástrofes, al hambre, a los asesinatos diarios, a la enfermedad, a cuanta desgracia e infortunio existe.  Nada la mata. Es una invicta innata.

La esperanza siempre estuvo a la espera del humano, del homo sapiens, de quien se ceba, sin demasiadas trampas inútiles.  La esperanza,  ese antí­doto que es su propio veneno.
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EL TENEBROSO SOL DEL GENOCIDIO.  La frase de Carlos Figueroa Ibarra, “Tapar el genocidio con un dedo”, tí­tulo de su artí­culo del 1/XII/011, son seis palabras que por sí­ solas, sin más, constituyen un poema polisémico y un tratado sobre la abyección (“abyección humana” serí­a redundante), la mentira, la cobardí­a, el burdo escamoteo histórico, la amnesia histórica y el olvido infundioso como aberrantes materias primas de la impunidad; el desprecio y negación de la justicia; la atomización social al tratar de convertir a toda la sociedad guatemalteca en cómplice y apañadora del holocausto.

Ese sol siniestro brotado de los cementerios clandestinos, las fosas comunes, la tierra arrasada, los osarios dispersos en macabra geografí­a, es péndulo que oscila entre una aurora de sangre y un ocaso inconcluso.

En ningún horizonte guatemalteco puede ocultarse el tétrico sol del genocidio.  No podrí­a taparlo ni siquiera el dedo ubicuo de Dios.
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LOMAS Y COYOTES.  Fuentes de la Misma Loma que piden reserva de su identidad, indican que, en principio, todo dignatario de la Nación, miembros de corporaciones municipales y funcionarios públicos recién electos y/o nombrados, son coyotes natos de dicha Loma (la Misma),  cualquiera sea el partido o comité cí­vico al que pertenecen, y así­ sean bisoños o primerizos en lides politiqueras.  Y que aquel que no quiera ser coyote de la Misma Loma sino de otra paralela, debe lograr los méritos atinentes.