Los damnificados por la erupción del volcán de Pacaya y por la tormenta ígatha no han terminado de recuperarse de los efectos de ambos fenómenos naturales, pero el gobierno no tardó nada en aprovechar el estado de excepción para utilizar los procedimientos de emergencia para comprarle licores al Presidente de la República. En realidad no habría nada más que agregar a ese lapidario párrafo, porque pinta de cuerpo entero la falsedad del concepto de solidaridad que pregona el llamado Gobierno de ílvaro Colom, toda vez que usar más de un millón de quetzales para la compra de guaro llora sangre en un país como el nuestro.
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Ciertamente uno entiende que hay muchas penas que ahogar, especialmente en los últimos meses, pero si tanta es la necesidad de embriagarse, lo correcto sería que se haga, como decíamos de patojo, a la Ley de Cristo, es decir, cada quien con su pisto, y no usando el dinero del erario y menos aún recurriendo a procedimientos de emergencia para obviar los trámites que persiguen darle mínimos de transparencia a las compras del Estado.
Y hoy sale el flamante canciller criticando a Obama por no habernos dado el TPS para los migrantes guatemaltecos luego de la erupción y de la tormenta, pero cómo jocotes quieren que nos traten de manera diferente si acá somos tan cuerudos que usamos esas desgracias que cuestan vidas para apañar no sólo actos de corrupción con compras de emergencia que se han hecho en todas las dependencias, sino que además para facilitar gastos como el del guaro de la Presidencia y a lo mejor hasta de la viagra de la Vicepresidencia. Esa babosada no puede ser solidaridad con nadie, porque en un país donde la mitad de los niños sufren desnutrición por falta de estructuras de elemental justicia, el colmo es que los recursos que no se roban lo desvíen para compras que en ningún lado debieran justificarse.
Vergí¼enza le debería de dar al Presidente y a su Canciller andarse quejando porque Obama no autorizó el Estatuto de Protección Temporal para los inmigrantes ilegales guatemaltecos, cuando acaba de hacerse público para lo que sirvió el estado de excepción decretado tras la erupción y la tormenta. Y está visto que el gasto no fue únicamente porque nuestro pobre gobernante se sintiera agobiado por la tragedia y decidiera ahogar las penas en los finos licores que le provee la Secretaría de Asuntos Administrativos y de Seguridad de la Presidencia, porque este año también ha sido una danza de pisto enorme la que han tenido para mantener bien surtido el bar presidencial. Milagro no decretaron estado de excepción después del divorcio para asegurar que no hiciera falta nada para ayudar a soportar la pena.
La solidaridad es mucho más que un cacareo publicitario y tiene que entenderse, al menos, como la capacidad para compartir el sufrimiento ajeno y hacer todo esfuerzo posible por mitigarlo. En las condiciones nuestras es necesario destinar los recursos públicos a atender las necesidades de una población que sufre las consecuencias de una larga historia de marginación y olvido, pero también significa evitar el derroche. Es impresionante cómo cambian su estilo de vida los que pasan de zope a gavilán llegando al poder y no es primer caso en el que se observa que quienes antaño se embriagaban con cualquier guaro, una vez en el guacamolón prefieren los más finos y caros licores para mantener su vicio.
Suficiente gana un Presidente en Guatemala como para que se pague sus gustos porque es criminal hacer que los contribuyentes le sufraguen sus borracheras. El monto, al final, resulta insignificante en comparación con lo que se clavan en compras, contratación de obra pública y venta de favores de todo tipo, pero el fondo es terrible porque se esquilma a un pueblo pobre para mantener a un pobre presidente.