Los sueños de Inés


claudia-navas

Dejó todo preparado. En realidad fue su mamá quien luego de escuchar a unas señoras hablar creyó entender algo de San Nicólas y luego de buscarlo en internet decidió que era apropiado celebrar ese dí­a como lo hací­an los demás.

Claudia Navas Dangel
cnavasdangel@yahoo.es

 


El zapato estaba puesto, su botita blanca de los primeros pasos. La ventana era el marco perfecto, ya que la nieve empezaba a desprenderse, aún con recelo claro, de ese cielo algodonoso.

La noche llegaba antes, apenas eran las cinco y todo decí­a dormir, dormir, dormir. Luego de comer Inés se fue a la cama como siempre abrazando su colchita rosada y peluda, regalo de la tí­a Ade. No sabí­a quién era la tí­a y aún no podí­a diferenciar los colores, pero no podí­a dormir sin ella.
Mamá le contó de él. Un señor barbudo, un Santo, que le traerí­a chocolates, eso último le sonaba más, leckerrrrr.

Luego de escuchar la canción del pobre zapatero que no puede trabajar no supo más. El sueño la envolvió y ahí­ apareció el barbudo, el mismo que dos dí­as antes le dio una mandarina en el mercadillo, traí­a una bolsa de chocolates, mmmmmm. Y justo cuando se encaminó por la calle del Bosque, o sea rumbo a su botita blanca, Krampus se atravesó, lo tomó del brazo, lo subió a un avión y se lo llevó a Guatemala.

San Nicólas estaba sorprendido, ¡cuántas fogatas!, habí­a calor. ¿Pero qué pasa, pensó Inés, si ya no estoy allá, estábamos muy cerca? Pero San Nicolás y Krampus se habí­an perdido entre las piñatas del Parque Colón.

Sshhhh, schhhh, llamaba Inés al Santo, pero él no escuchaba, el crujir de la basura no lo dejaba oí­r. ¿Qué pasa?, decí­a la pequeña, me he portado bien, pinche Krampus.

Pero tanto San Nicólas como Krampus estaban muy a gusto, en medio del calor de los fogarones, el tronido de los cuetes y la bulla de Guate. Mientras en la ciudad nevada muchos niños tení­an pesadillas, miraban sus zapatos vací­os y daban vueltas en la cama.

Inés pensó que debí­a hacer algo y pidió a un locutor que andaba de fiesta que anunciara más calor de acuerdo al Insivumeh. Entonces apareció la lluvia, el viento sopló muy fuerte, los fogarones se apagaron y San Nicólas y el entrometido de Krampus se fueron al aeropuerto y regresaron a repartir los chocolates.

Al dí­a siguiente, la bota de Inés estaba llena. No contaban con mi astucia pensó Inés antes de despertar. Creo que compré demasiados pensó la mamá, mientras veí­a la bota frente a la ventana con un velo blanco detrás del cristal.