Las promesas electorales de Nicolas Sarkozy o Ségolí¨ne Royal sobre inmigración son escuchadas con especial ansiedad en los escasos 20 metros de vivienda de los Calderón, una familia peruana que forma parte de los miles de extranjeros teóricamente «expulsables» de Francia.
José y Crisanta están tan enterados de la evolución de la campaña de las elecciones presidenciales como cualquier parisino, conocen los programas de los principales candidatos, sobre todo en lo relativo a los extranjeros y tienen claro a quién votarían el 22 de abril si tuvieran derecho.
«Por Ségolí¨ne», asegura sin dudar José Calderón, de 37 años, refiriéndose a la candidata socialista.
El cabeza de familia llegó a Francia en 2002 huyendo de la crisis en Argentina, donde la pareja vivía desde hacía 12 años. Desde entonces se gana la vida trabajando como albañil y en 2004, pudo hacer venir a su esposa y a su hijo, José Alberto, de 12 años.
El pasado julio, tras la entrada en vigor de una polémica ley que restringe la entrada y residencia de extranjeros en Francia, la familia se acogió a una disposición que permitía la regularización excepcional de inmigrantes con hijos menores escolarizados en Francia siempre y cuando cumplieran ciertos requisitos.
Pero su demanda fue rechazada y acaban de presentar un nuevo recurso con el apoyo de la organización Red de Educación Sin Fronteras (RESF), que tejió un movimiento de solidaridad con estas familias de ilegales. Según este colectivo, entre 50.000 y 1000.000 niños escolarizados en Francia son hijos de clandestinos.
Ahora, el gran miedo de estos peruanos es que la respuesta del gobierno sea una orden de expulsión.
«Los candidatos hablan mucho sobre inmigración. Sarkozy, por ejemplo, exige ciertas condiciones que nosotros sí cumplimos, porque somos honestos y estamos integrados en Francia. Sinceramente, yo votaría por él, aunque pueda parecer extraño», declara Crisanta, que trabaja cuidando niños.
El candidato conservador, Nicolas Sarkozy, fue quien impulsó esta criticada ley sobre inmigración cuando era ministro de Interior. Durante su gestion, el número de expulsiones aumentó y en 2006 llegó a 24.000 clandestinos.
«Sarkozy vela de verdad por los intereses de los franceses. Yo sé que si nosotros cumplimos los requisitos que él nos pide, nos quedaremos», asegura ante la mirada desconfiada de su marido.
Según José, los inmigrantes estarán «más seguros» en Francia si triunfa la socialista Royal. «Evitamos hablar de política porque nunca estamos de acuerdo. Sólo concordamos en que Le Pen es un racista que nos echaría a todos si pudiera», bromea, refiriéndose al líder de la extrema derecha, Jean Marie Le Pen.
Pero gane quien gane las presidenciales francesas, esta familia cree que la política de inmigración y la forma de mirar al extranjero en Francia tienen que avanzar porque «no se puede tratar con el mismo desprecio a todo el que no es de aquí».
«Nosotros no damos problemas, pagamos nuestro alquiler, los gastos escolares de nuestro hijo y los transportes públicos. Hemos aprendido francés y somos incapaces de poner la música alta y molestar al vecino», repiten como buenos alumnos.
Su posible expulsión de Francia generó a su alrededor una ola de solidaridad que les ha sorprendido. «Ha sido un apoyo moral muy grande que no esperábamos encontrar tan lejos de casa. La maestra de José Alberto nos acompañó incluso a la policía para presentar nuestros documentos», afirma Crisanta, que dejó una hija de 21 años en Buenos Aires.
Pese a la angustia de la clandestinidad, la familia Calderón no ha pensado nunca en tirar la toalla y regresar a Perú o Argentina y espera ansiosa el documento oficial que les confirme que pueden quedarse.
«Hemos ido de crisis en crisis. Lima, después Buenos Aires y finalmente París. No podemos empezar de cero de nuevo. Quiero quedarme, pagar mis impuestos en Francia y dar a mi hijo una buena educación y oportunidades», afirma Crisanta.