Se han escrito múltiples libros acerca del destino. Recuerdo también el título de una película gringa que me gustó: Cuando el destino nos alcance, no recuerdo hoy al director. Hoy creo que todas esas reflexiones que se hacen acerca del pasado y de cómo en un momento en la vida, uno se reencuentra con pasajes de su existencia que se habían escondido intencionalmente en la memoria y el tiempo había ayudado a darlos por postergados. Sin embargo, así como es el destino, a veces nos reencontramos con aquél pasado que quisiéramos olvidar y justamente el hablar con amigos, personas o familiares sobre determinado suceso nos lo hace mayormente vívido y los dolores regresan, los malos recuerdos presionan, esos sucesos que habíamos abandonado retornan con fuerza y nos golpean duramente.
La coyuntura política actual se presta para este tipo de situaciones. Hoy estamos en un retorno a la guerra fría en pleno siglo XXI. Increíble, pero cierto; el destino alcanzó a varios que se habían agazapado y dado por olvidados aquellos pasajes del horror y ese destino resulta la verdad, como factor esencial del reconocimiento de todo lo que pasó. Y el alcance del destino es la justicia, que hoy es más cierta, hoy es dolorosamente más cercana, hoy es un hecho irrefutable.
Efectivamente, los miembros del Ejército que estuvieron involucrados en todas aquellas acciones punitivas durante los setenta, ochenta y parte de los noventa, se sienten presionados, se sienten injustamente endilgados, se muestran ofendidos ante ese destino que hoy los alcanza y los llama a enfrentar la justicia. Resulta contradictoriamente interesante que aquellos soberbios personajes de aquellos años, hoy se muestran, al paso de los años, como vulnerables e impotentes y retoman su discurso que todo lo que hicieron fue para defender a la patria contra el comunismo; que ellos lograron salvar la institucionalidad y algunos reconocen que efectivamente hubo excesos; pero la mayoría hace silencio.
Se habla también del pacto de silencio; del pacto de la impunidad; del pacto de caballeros, puesto que todo eso que ocurrió fue en la defensa de la institucionalidad; incluso este es el discurso del presidente de la Cámara de Comercio, en una entrevista durante la segunda vuelta de las recientes elecciones generales. ¿Coincidencia de discursos?, ¿casualidades del destino?, ¿cuestiones del azar? cosas veredes Sancho amigo. Si justamente la defensa de la institucionalidad es la justificación sobre secuestros, asesinatos y desaparecidos, por qué no se hizo uso de esa institucionalidad, en lugar de utilizar recursos macabros y propios de un museo del horror. Se pudo así detener a personas por sus inclinaciones ideológicas o su participación en organizaciones de izquierda e iniciarles procesos judiciales y dejar en los organismos jurisdiccionales el papel de la justicia, pero no, se optó por la forma de características demenciales, creyendo que el paso del tiempo, la complicidad de las élites y la impunidad, les aseguraría un retiro, sin complicaciones, gozando de sus riquezas adquiridas a la luz del Estado.
Sí la defensa de la institucionalidad fue el argumento central de sus acciones, pues hoy, a la vuelta de los años, hay que atenerse a lo que la institucionalidad judicial establece; si no hubo excesos, ni implicaciones en acciones punitivas, pues hay que demostrarlo, comprobarlo y enfrentar un debido proceso. Pero no se vale hoy rescatar la guerra fría en otro siglo, con toda una campaña orquestada para poner en tela de juicio a la actual fiscal general, Claudia Paz, persona a quien no conozco, pero me merece el mayor de los respetos por su trabajo y hoy por su valentía. Esta campaña incluso llega al cinismo y el descaro, cuando uno de los que interponen denuncias contra diferentes personas –incluso varias de ellas muertas o desaparecidas–, expresa públicamente que todo apunta a dañar a la Fiscal General, acusando a su padre y primas. No, eso no se vale.
Pero no todo termina ahí, un solícito y diligente diputado –no sé si es del Patriota o ex de la UNE–, presenta una iniciativa de ley para que las personas mayores y que sean condenados en sus propios domicilios; cómo se sentirán los familiares de desaparecidos que no terminan su luto, al no saber en dónde están sus familiares, ni mucho menos qué les ocurrió.
El presidente electo, el general Otto Pérez Molina seguramente tomará distancia de esta situación y permitirá que la Fiscal General continúe en su puesto, pues hoy él trasciende de su papel de general a la representación de la unidad nacional y debe atenerse al mandato que el pueblo le otorgó en las elecciones generales.
La reconciliación descansa en la búsqueda de la verdad y luego de la aplicación de la justicia. Ese es el destino señores, hay que enfrentarlo.