Con eso que se les ha ocurrido hacer el traspaso presidencial en el Domo de la zona 13, he venido escuchando que Colom ha dicho que no va a concurrir, fuera por razones de seguridad o porque simplemente no le da la gana. Algunos han calificado este gesto como desplante o malcriadez; sin embargo, analizando la situación creo que sería mejor que no participara, ¿es que se han puesto a pensar qué irá a decir de cómo deja en general la situación la República y su administración después de cuatro años? Así que, mejor sería que enviara por escrito el informe que le obliga la Constitución y ¡parte sin novedad!
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A mi juicio, los informes presidenciales debieran dar la imagen exacta de la gobernabilidad del país, es decir, cómo y en qué condiciones se encuentra y entrega la Nación en cuanto a la corrupción imperante; aclararnos, si realmente Guatemala y su población convive dentro de un legítimo estado de Derecho; si es efectivo el gobierno en cuanto a su representatividad, transparencia, prestación de servicios, control de cuentas de gastos e ingresos y el debido registro de todo el manejo de los fondos públicos; si realmente existe la rendición de cuentas de los funcionarios y empleados públicos con participación de la sociedad, como de las instituciones encargadas de que ello existe; de si hay una real, verídica y sensible estabilidad política y finalmente, si las normas que rigen toda la actividad económica, social y política son iguales para todos los habitantes, como que proporcionen seguridad y certeza a propios y extraños.
Si en la ceremonia de traspaso de mando se volviera a hacer lo mismo de siempre, cuando el Presidente saliente se pone a proporcionar una serie de datos, estadísticas, resultados, etc., inverosímiles o muy difíciles de verificar, acompañados de una subjetiva interpretación del mandatario saliente de que todo lo que hizo fue una maravilla o que al menos, merece una calificación de ocho, en una evaluación de cero a diez, no solo sería una pérdida lastimosa de tiempo, sino se estaría actuando con grosería para los invitados, quienes de sobra saben que “nadie habla mal de su rancho aunque se esté quemandoâ€.
No es alarmismo ni exageración decir que el país lo deja Colom hecho un desastre y que el Presidente entrante recibirá una banda presidencial muy pesada, tan difícil de cargar como de manejar, por lo que la ceremonia debiera circunscribirse a escuchar una pieza de oratoria bien centrada, madura, pero muy explícita sobre cuáles son sus planes de trabajo y la forma o manera de cómo los va a poner en práctica. Otra recomendación, este discurso debiera grabarse en acero, bronce y mármol, imprimirse en papel, cintas electromagnéticas y en sistemas digitales para que todos los ciudadanos pudiéramos revisarlos periódicamente para ir evaluando su cumplimiento. ¿No sería esa una auténtica democracia?