Argelia: dolor e indignación


Funeral. Varios hombres ayudan a enterrar a una de las ví­ctimas del atentado terrorista en Argelia.

Cubierto con una simple mortaja blanca fue enterrado Mohamed Ruji, uno de los funcionarios civiles que murió el miércoles en el atentado con bomba contra el inmenso Palacio de Gobierno de Argel.


El entierro de Ruji, de 44 años, tuvo lugar en un ambiente de profundo pesar y contó con la presencia de centenares de parientes y amigos, quienes expresaron su apoyo y solidaridad a la familia del difunto.

Ruji era padre de dos niños, y su viuda, siguiendo una tradición musulmana que prohí­be a las mujeres asistir a los entierros, sólo pudo seguir con la mirada el momento en el que el féretro con el cuerpo de su marido era transportado por una decena de personas hasta su última morada.

En el cementerio de Sidi Abdala, a 25 km al oeste de Argel, su hijo mayor, Abdelhak, de 12 años, no pudo contener las lágrimas. Sus sollozos se tornaron más desgarradores en el momento del último adiós, cuando el cuerpo de su padre fue depositado directamente en la tierra entre dos losas funerarias, siguiendo la tradición islámica.

Los dos atentados suicidas del miércoles en Argelia, reivindicados por el grupo Al Qaeda del Magreb, dejaron 33 muertos y 222 heridos. La mayor parte de los heridos, leves, regresaron a sus domicilios tras ser atendidos.

«Es injusto. Mi hermano salió de casa por la mañana para ir al trabajo. Al dí­a siguiente ha retornado en un ataúd. Estoy hundido con esto que ocurre en mi paí­s. Un hombre no puede aceptar que un ser humano mate a otro ser humano», se lamentaba el hermano mayor del difunto, Hamed Ruji.

El cuerpo de Mohamed Ruji regresó la misma mañana desde el depósito del Hospital Central de Argel, donde se habí­an personado en silencio los familiares de las ví­ctimas para aguardar la entrega de los restos de sus cercanos.

«Vine a recuperar el cuerpo de mi primo, un policí­a muerto en el atentado al Palacio de Gobierno», dijo una mujer quincuagenaria.

«Muchas personas que han venido a reconocer cuerpos no los han podido identificar», explica un empleado de la morgue.

Farid, de 30 años, busca desesperadamente desde el miércoles a su hermano, guardia del Palacio de Gobierno, que no ha dado señales de vida desde el atentado, que dejó 12 muertos entre el personal de Palacio.

«Llevamos 24 horas dando vueltas por todos los hospitales de Argel, sin tener ni rastro ni obtener informaciones», asegura Farid.

No lejos del depósito de cadáveres, el ministro del Interior, Nureddine Zerhuni, intentaba consolar a los heridos internados en el servicio de neurocirugí­a del hospital de Mustafa.

Una mujer con el rostro lesionado por cristales le explicó al ministro lo ocurrido: «Yo estaba en un bus en un embotellamiento en Bab Ezzuar cuando salí­ despedida por una fuerte explosión», antes de agregar que habí­a perdido el rastro de su hijo.

En el hospital de Glycines, Zerhuni instó a un policí­a herido en el atentado contra la comisarí­a de Bab Ezzuar «a no bajar los brazos y continuar la lucha contra el terrorismo».