Recuento de promesas incumplidas


Oscar-Clemente-Marroquin

En la edición de ayer publicamos un excelente trabajo de la reportera Andrea Orozco en el que hace un recuento de muchos de los compromisos contenidos en el llamado Libro Verde de la Unidad Nacional de la Esperanza que contení­a el plan de gobierno de ílvaro Colom y que se difundió hace cuatro años. Contrastado con la realidad, podemos ver que no fue únicamente el engaño de que combatirí­an la violencia con inteligencia, sino toda una sarta de promesas que dejaron de cumplir y que nadie les exigió.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

 


En parte porque los encargados de representarnos como pueblo para fiscalizar la función polí­tica del Ejecutivo son los diputados y estos en vez de representar al pueblo lo hacen únicamente con sus intereses personales. Mucho más que representantes del pueblo son agentes de negocios propios mediante la compraventa de votos que les asegura la adjudicación de jugosos contratos de obras sobrevaluadas y mal construidas.
 
  A ello se suma un pueblo indiferente, que pareciera estar a gusto con las periódicas tomaduras de pelo que nos dan los polí­ticos porque nadie se acuerda de lo que prometieron y mucho menos se exige que cumplan. Por ello fue importante ese reportaje publicado ayer, porque evidencia que cuando hablaron del tema de la vivienda nos vieron la cara de babosos. Lo mismo que cuando ofrecieron una reforma educativa integral, abastecimiento a los hospitales, generación de empleo, combate a la desnutrición, entre otras cosas, temas en los que el fracaso ha sido estrepitoso.
 
  El llamado sistema democrático está en crisis en Guatemala y en muchos paí­ses porque en realidad fue prostituido en su mismo concepto. Un gobierno electo no llega con un cheque en blanco para hacer lo que le da la gana, sino que la elección genera un mandato. El presidente es mandatario porque tiene que ejecutar el mandato que le otorga su mandante, el pueblo, siendo el objeto la realización de aquellas promesas en campaña que sirvieron para generar el voto. Sin entender y aplicar ese principio, no se puede hablar de sistema democrático, sino simplemente de un sistema de elecciones en el que cada cuatro años se le da carta blanca a un polí­tico para que haga micos y pericos con el paí­s, con el erario y hasta con las vidas y haciendas de la gente.
 
  En el caso de la UNE está plasmado en un libro todo su programa que era un compromiso de las polí­ticas que serí­an implementadas si llegaban al poder. Está en blanco y negro el engaño, siendo contundente la prueba de cómo nos dejamos agarrar de babosos como pueblo al elegir a un farsante que ni siquiera pudo desempeñar, como le correspondí­a, la autoridad del Presidente de la República porque, mandilón, resignó el mando el mismo dí­a en que recibió la banda presidencial cuando llegó a la reunión de gabinete en la que fue su mujer la que llevó la voz cantante, haciendo a un lado no solo al pobre Vicepresidente que se achicopaló ante el carácter de la señora, sino al mismo mandatario que nunca supo entender que fue él y no su esposa la que recibió los votos.
 
  Mientras más se avanza en la lectura del libro verde más mentiras y engaños aparecen. Y no es caso aislado porque los polí­ticos presentan un plan de gobierno únicamente para decir que lo tienen, pero la mayorí­a de ellos ni siquiera lee el trabajo que hicieron un puñado de técnicos que buscaban hueso y que, generalmente porque no serví­an para mucho, los enví­an a trabajar en la formulación del plan de gobierno.
 
  Recordar las promesas incumplidas tiene que ser un primer paso para empezar a construir la democracia porque es la única manera de exigir que cumplan con las obligaciones que asumieron en campaña.