Las negociaciones internacionales sobre el cambio climático comenzaron hoy con el fin de encontrar la forma de frenar las emisiones de gases contaminantes que contribuyen al calentamiento global.
La máxima funcionaria de la ONU sobre cambio climático, Christiana Figueres, dijo el lunes que los futuros compromisos de los países industrializados de reducir sus emisiones gases causantes del efecto invernadero es «el tema dominante de esta conferencia», pero agregó que ello va ligado a las promesas que deben formular los países en vías de desarrollo para hacer sus aportes en la lucha contra el cambio climático.
Figueres, quien encabeza la secretaría de la ONU sobre el cambio climático, repitió la frase del ex presidente sudafricano Nelson Mandela de que «siempre parece imposible hasta que se logra».
El presidente sudafricano, Jacob Zuma, hablará ante los delegados de más de 190 países, que durante la conferencia de dos semanas intentarán zanjar sus diferencias entre las naciones ricas y pobres sobre el reparto de emisiones contaminantes.
La conferencia concluirá el 9 de diciembre.
No es factible el logro de un tratado general que gobierne las emisiones globales de carbono tras el fracaso de la conferencia climática de Copenhague hace dos años.
Ese enfoque de profundo calado ha sido reemplazado por esfuerzos escalonados para construir nuevas burocracias que ayuden a apartar la economía global de la generación de electricidad con plantas que quemen carbón —así como la producción industrial y el transporte basados en emisiones de carbono— a tecnologías más bonancibles al cambio climático.
Empero, sigue patente la división entre países ricos y pobres sobre el futuro del Protocolo de Kioto de 1997, que ha dificultado las negociaciones.
Figueres dijo previamente que confía en que haya una decisión sobre la prórroga de la reducción de gases contaminantes conforme al acuerdo de Kioto, que ha sido postergado durante dos años. Los compromisos acordados expiran el próximo año.
Una de las prioridades de la agenda es la gerencia de un fondo que en los próximos ocho años ascendería a 100.000 millones de dólares anuales para ayudar a los países pobres a encarar las condiciones del cambio climático.
Sigue habiendo dudas sobre el manejo de ese dinero y su distribución, aunque es más perentoria la forma en que esos fondos puedan ser generados de los nuevos recursos además de los cauces establecidos por Occidente.