Todo fenómeno natural que ingresa al país deja consecuencias del orden crítico. Sucede, demostrado está, que el mismo está propenso a sufrir calamidades de origen geológico. La orografía con facilidad deviene en derrumbes, deslaves y desbordamientos por su hidrografía similar. Entre uno y otro el sistema vial, eje primordial del comercio, termina colapsado.
Castigo alguno emerge seguro dentro de la idiosincrasia viviente en las interioridades superticiosas, como la pregunta desconsoladora; nadie en realidad lo ordena, mucho menos la divinidad; constituye la respuesta a tan inverosímil atributo de boca en boca. La condición de fenómeno natural muchas veces sorprendente y de magnitudes no previsibles, digan lo que digan.
El presente abate a la mayoría de la Nación, regiones en gran medida y menor cuantía en las restantes. Recibe calificativo de Depresión Tropical 12-E, pero arrasante donde afecta con fuerza cíclope, sin piedad visible. Consecuencia inmediata, el hecho palpable de generación terrible y desconsoladora, arrebata los haberes de muchos damnificados que buscan pronto los albergues.
Recurro a dos dichos del refranero popular guatemalense. “Al mal tiempo buena cara’’, imposible sea realidad; al revés, significa pesadumbre y desolación. “Mal de muchos, consuelo de tontos’’, indica ese contexto variable. En la actualidad nuestros coetáneos rechazan totalmente el dicho. En ambos casos no pueden aceptarse, adolecen de ironía sutil pero carente de solidaridad.
Los aludidos y recurrentes fenómenos naturales suelen visitar, sin que nadie les curse la respectiva invitación, nuestros lares patrios. Empero el deseo multánime es, mucho menos que lleguen para quedarse largo tiempo. Los desastres poseedores de reciedumbre extraordinaria se encargan en menos lapso de sembrar pánico y pobreza mayor entre los miles de damnificados.
Semeja un abanico de situaciones dañinas que mueve sus piezas al ritmo de música terrible, a la cabeza de destrucción mayoritaria. Hundimientos de la red vial, señalada como la armazón del comercio interno y externo, que posibilita el abastecimiento nacional y las exportaciones de productos, inductores de buenas divisas necesarias y urgentes en pro de esos ingresos.
Todo fenómeno natural que ingresa al entorno patrio causa pérdidas difíciles de evaluar en sus magnitudes con el membrete de devastadoras, dan pábulo a problemática enorme. Por lo tanto Conred, en prevención institucional declaró alerta roja en el país. Más que solo pronunciamientos retóricos vacíos, al instante envió ayuda oportuna a las víctimas, acogidas en los albergues.
Al corazón le duele muchísimo enterarse por los medios de comunicación social de diversas formas, del dolor agudo y angustioso de guatemaltecos víctimas de la resaca patética de quienes pierden a sus seres queridos; adultos mayores en el ocaso de la existencia teniendo que sufrir en silencio, carentes de familiares cercanos el abandono cruel y el impacto de los fenómenos.
Escuchamos con preocupación los lloriqueos del alma cuando nuestras retinas sensibles captan pero dolientes también, a título de compartir esos instantes amargos de connacionales en un mar de llanto. Lágrimas que motivan de todo corazón las angustias de familias enteras sumidas en pesares gigantescos por quedarse únicamente con solo lo que tienen puesto.
Imploramos al Altísimo les envíe pronto, que no es poner condiciones al Omnipotente, el remedio material y espiritual a las personas sufrientes. Y por supuesto pedimos al colectivo también su cooperación en esas situaciones que llevan amargura profunda. Pero una voz de ánimo, una cooperación indispensable cuenta mucho a fin de sobrellevar con fe la esperanza.
Si vemos lágrimas, hambre, soledad, falta de ayuda, experimentamos un vacío interno, ante la recurrencia de los fenómenos naturales en el país. Si han podido sobrellevar experiencias difíciles de tal índole, eso mismo sirva como válvula de escape a sus penalidades. Ante esos fenómenos y si sentimos desesperación por limitaciones, veamos pronto a los de abajo y ayudémosles.