“Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos. Sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existirâ€.
José Saramago
licgla@yahoo.es
Un asunto que está carcomiendo los cimientos de la sociedad guatemalteca es el crimen organizado; entre los principales delitos cometidos por el mismo, se encuentran la trata de personas, los secuestros, y especialmente el narcotráfico, del que como en otros temas nos toca como país ser el patio trasero, donde recibimos órdenes, ponemos los muertos, y siempre nos encontramos en la línea de fuego.
El presidente electo, como lo han hecho todos los anteriores, se ha reunido con el embajador de EE. UU. con el objetivo de tratar varios temas; pero se entiende que el que más tiempo ocupa es el del narcotráfico, situación de la cual somos más víctimas que victimarios, ya que si bien es cierto se ha aprovechado la condición geográfica de Guatemala para el trasiego de cuanto ilícito exista, también es cierto que existen, detrás de quienes llevan a cabo y dirigen estos hechos, personajes nacionales y extranjeros poderosos, sin los cuales no se podrían llevar a cabo. A los guatemaltecos nos culpan de todo, pero haciendo un análisis por demás objetivo, siempre hemos sido carne de cañón; ejemplos tenemos varios. En la Guerra Fría, nosotros y otros países latinoamericanos pusimos los muertos, más de un lado que del otro, pero no solamente fueron muertos, existió tortura y desaparición forzada, que son delitos de lesa humanidad, y que hoy aún nos mantienen confrontados, porque no logramos pasar página. En la lucha antidrogas, nos hacen sentir que es nuestra, y bajamos la cabeza pidiendo disculpas; pero no es así, esa no es nuestra lucha, somos nuevamente la salchicha del hot dog; esta es una guerra de los países desarrollados como EE. UU. y Europa, porque, ¿Quiénes consumen la mayor parte de la droga que transita por Guatemala? ¿Quiénes ganan millones de dólares por la compra-venta de la droga? La respuesta a estas dos preguntas tienen nombre y apellido, y no somos los guatemaltecos; acá como en todo, los chicos malos son pinches gatos que se quedan con unos millones, que no les alcanza para ni para mantener su propia seguridad, además que desde que ingresan en el “negocio†saben que su vida no les pertenece, unos tardan en morir un poco más, otros un poco menos; se repite el esquema de la época del conflicto armado interno: el que entraba sabía que cavaba su propia tumba. Guatemala es un país de contrastes, polarizado hasta el motor, porque así conviene no solo a las élites semifeudales, sino que a los nuevos ricos, que se han beneficiado de la pobreza extrema en que vivimos desde la colonia, y han hecho todo tipo de negocios, desde la corrupción en las esferas del Estado, hasta el crimen organizado, sabiendo perfectamente que la base que sostiene la pirámide serán los que den sus vidas, y que son como siempre los desechables, porque la punta de la pirámide nunca será tocada, ni con un respiro. Eso lo saben perfectamente bien quienes en el extranjero viven y se enriquecen de las pobrezas, tanto económicas como de principios, tan arraigadas en el país.
Si algo nos dejó el conflicto armado, fue una sociedad debilitada en valores, sumisa, temerosa, y lo peor, desunida, donde el dolor del prójimo, media vez no me afecte, no me importa, y paradójicamente, somos nosotros, los que en aras de quedar bien con nuestros verdugos como lo hacía la cándida Eréndira con su abuela desalmada, aceptaba su explotación sexual, siendo los guatemaltecos semejantes a la nieta que soporta el aprovechamiento sin límites, de los poderosos que se asemejan a la abuela, quien no tiene compasión de ella, como no la han tenido de nuestros pueblos.
Cuando leo en los medios, que el “grave problema†del narcotráfico, es antepuesto a los males de una moderna caja de Pandora, como los niños muertos diariamente por desnutrición severa, los niños explotados como trabajadores infantiles, o sexualmente, las covachas llenas de moscas, con niños lombricientos, y madres que semejan pitas con nudo, porque tienen hasta 15 hijos, hombres morenos con caites y sombrero, que no tienen ni presente ni futuro, largas planicies rocosas, que un día fueron hermosos bosques, pero, que en la lucha contrainsurgente fueron arrasados para que no se escaparan supuestos guerrilleros, que al final terminaron siendo un 10%, y es decir mucho, que los soldados, esos niños, niñas, hombres y mujeres de barro, porque ya no son de maíz, a quienes igual les da que sea de día o de noche, si sale la luna o no, porque para ellos el destino está trazado, y es la muerte, me pregunto, ¿Por qué tenemos que invertir recursos valiosos en la lucha antidrogas, si no las consumimos? ¿Por qué los países consumidores no realizan una política agresiva dentro de sus pobladores para que no consuman drogas? Si al final de cuentas, los grandes Zares de la droga, los que acumulan riqueza producto del tráfico de las mismas no están en el país, si quienes se mantienen drogados todo el día, no son ni el 2% de adolescentes guatemaltecos, la lucha debería ser integral, y no de Guatemala, ni Centroamérica y México, que ponemos a los operadores, a los muertos, y destruimos aún más el territorio, deberían ser parte mayoritaria tanto en recurso financiero, como humano los consumidores, ya que si no hay quien compre, difícilmente habrá quien venda, pero mientras nos mantengamos en el círculo vicioso, de comprador, vendedor, productor y en el centro los que hacen el trabajo sucio de trasladarla de su origen a su destino, jamás encontraremos la paz y desarrollo que necesitamos.
Es mi humilde opinión, que nuestras prioridades deben ser otras, y que así como en la guerra interna solamente fuimos carne de cañón, en la actual lucha, somos solamente los peones del ajedrez, así que los pactos se deben realizar atendiendo a los intereses genuinos de la nación; si los países desarrollados quieren combatir el consumo de droga, que pongan la mayor parte en la lucha, si no, poco podemos avanzar en el tema, y otros prioritarios para el país serán relegados como siempre. SOLAMENTE NOSOTROS SOMOS DUEí‘OS DE NUESTRO FUTURO, NADIE MíS.