R E A L I D A R I O (DCCI)


rene-leiva-pixeleada

PESADILLA CALLEJERA. Algunos de mis sueños de cuando estoy dormido tienen como escenario las calles de esta ciudad para siempre ya ajena. Pero la angustia, el peso en el corazón, el temor sin salida, no son las avenidas sin retorno, ni los callejones imprevistos, ni las filas retorcidas de casas y edificios, ni ese aire lúgubre y el viento sórdido. El Delirio es provocado por las caras sin rostro, el silencio sin voz, las siluetas sin contorno, esa hostilidad difusa pero insidiosa de las sombras que cojean por las aceras desiertas, peatones que van con prisa y a empujones por llegar antes que yo a ninguna parte. A veces despierto.

René Leiva

 


TRES DE PAN POR UNA DE CIRCO. Varios expertos, técnicos y analistas independientes coinciden en que nunca se le debe dar al pueblo más circo que pan, en ninguna circunstancia y con ningún pretexto, a menos que se quiera mantener el estado de cosas acostumbrado. Lo conveniente, señalan, es que por una  función de circo debe suministrársele tres raciones de pan. Aun tomando en cuenta que no solo de pan vive el hombre (y la mujer, se entiende). Si se le dota de pan al pueblo en la medida recomendada, el propio pueblo escogerá qué clase de circo prefiere o le es más beneficioso para su salud mental y espiritual, pues aunque siempre querrá su dosis diaria de circo, si está seguro de obtener todo el pan que necesita, o sea que estará razonablemente alimentado, esa misma situación le irá proporcionando una mejor visión y un sentido más crí­tico referente al circo, notando que debe discernir entre un circo y otro, que no todo circo vale la pena ser prestigiado y honrado con su asistencia a él, así­ sea a distancia o por intermediarios. Un paí­s con escaso desarrollo humano y con más funciones de circo que producción de pan, tiene un futuro indeseable y no del todo merecido.

*****
EN EL MISMO COSTAL. Hay que reconocer lo aborrecible e injusto de eso que lo metan a uno en el mismo costal, pero también debe tomarse en cuenta que hoy en dí­a existe una escasez tremenda de costales, como a todos consta, y aunque no nos guste para nada la idea sino más bien nos cae como patada en ayunas –o a cualquier hora–, según el decir, debemos resignarnos y aceptar franciscanamente que, en definitiva, nos metan a casi todos en el mismo costal, pues no hay otro por el momento.

*****
Cuí­date de sacar de su error al errado. Es como si lo expulsaras de su paraí­so y le dieras las armas de su venganza.