En Guatemala los menores de 25 años no pueden portar armas de fuego porque se considera que no tienen la madurez necesaria para ejercitar ese derecho constitucional; las excepciones, sin embargo, abundan porque a los jovencitos que prestan servicio militar se les proporcionan armas automáticas y se les adiestra en su uso, así como los miembros de las policías, privadas o Nacional Civil, que pueden utilizar armas de fuego antes de haber llegado a ese límite legal.
Sin embargo, el tema que hoy nos ocupa es derivado del accidente ocurrido ayer en la colonia Santa Fe con saldo de varias personas heridas, en el que un autobús del servicio urbano, piloteado por un joven de 23 años, se desbocó en loca carrera hasta terminar empotrado en una vivienda. El piloto responsable del percance no pudo en esta ocasión escapar como siempre lo hacen los que provocan choques con saldo de muertos o heridos, porque él mismo fue víctima de su imprudencia y quedó prensado entre los hierros retorcidos de la chatarra rodante.
Pensamos que sin el adiestramiento necesario y los exámenes para corroborar la pericia, las autoridades no debieran permitir que jóvenes carentes de experiencia se pongan al volante de unidades del transporte público de pasajeros, puesto que ello constituye un peligro adicional que en todo caso genera responsabilidades imputables tanto al dueño del bus que contrata a ese tipo de personal, como a las autoridades que permiten que se produzcan este tipo de situaciones.
La mayor parte de los accidentes de tránsito que protagonizan vehículos destinados al transporte colectivo de pasajeros, son producto de errores humanos y más que errores, de verdaderos horrores causados por el comportamiento abusivo e irresponsable de quienes trabajan como conductores y saben que no tienen que atender ni siquiera las elementales normas del tránsito porque las autoridades con ellos se hacen siempre de la vista gorda. Además, si causan un accidente, el recurso más corriente es el de escapar del lugar, evadiendo así toda responsabilidad penal y civil. El tal seguro obligatorio para el transporte público es una de las tantas farsas existentes en el país y quien sufre daños materiales o personales causados por la irresponsabilidad de uno de esos energúmenos nunca puede obtener el adecuado resarcimiento.
El timón de un autobús de pasajeros es más peligroso que un arma de fuego porque puede provocar la muerte de muchas personas en un instante de distracción, de irresponsable abuso o de simple impericia. Y si a los jóvenes menores de 25 años por ley no se les permite portar armas de fuego, tampoco deberían autorizar que sin previa satisfacción de rigurosos exámenes, jóvenes inmaduros se hagan cargo de la vida de decenas de pasajeros que abordan las unidades.