Cuánta chatarra


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Todo apunta en apariencia a ser material inservible. Recibe tal denominación peroyativa. En viviendas, apartamentos, como humildes barracas, grandes colmenas improvisadas, en los asentamientos, existen promontorios descomunales. Chunches y trebejos, conforman un rol tipificado desde muy antiguas calendas en lenguaje de nuestros ancestros.

Juan de Dios Rojas

 


Los mismos formaron parte de la marcha indetenible de los dí­as que constituyen una verdadera rémora creciente. Hay abundancia referente al apelativo de chatarra, realmente dominante en cualquier sitio de la infraestructura fí­sica. Infinidad de empaques, igual que presentaciones de orden llamativo, por encargo especial, se han acumulado demasiado.

El término de chatarra tiene aplicación diversa. Incluso recibe y resulta usual su nombradí­a vulgar, pero acertada por parte de quien la endilga con menosprecio y premeditación. Al instante de proferirla en son del todo desagradable a personas similares a “buenos para nada”. Parásitos sociales y auténtica sobrecarga que afecta el bolsillo del jefe familiar.

Gente apegada a la conocida receta chapina, a tí­tulo de conservadora y persistente en usos y costumbres, por lo general de anteriores generaciones, no ceden al fomento y exaltación del nuevo sentido del gusto, dizque gloria del paladar. Objeto central, participante al máximo de las áreas ganadoras del mercadeo y visible publicidad, en rumbo directo al consumismo.
En lo personal dejo clara constancia escrita, ser siempre respetuoso del derecho ajeno, sea como sea, me merece esa posición inclaudicable. Felicito en ese orden de ideas en volandas a quienes aún saborean  nuestras recetas deliciosas. Asimismo, aplaudo carente de hipocresí­a, también de envidia y egoí­smo solapado, tampoco me afecta en lo más mí­nimo su inclinación por la comida actual.

Pero dejemos a un lado las disquisiciones que anteceden. Sirven a modo imprescindible de preámbulo respecto a un tema del momento, acaparador innegable de multiplicidad evidente de usos y costumbres actuales. Nadie puede negar cómo la trasculturación alimentaria goza de pluralidad enorme. Negocios a lo grande (de franquicia) y ventas callejeras atraen los bolsillos del público.

Enseguida menciono otra chatarra. Resultante de lo que involucra deshechos diversos en existencia no grata en ambientes de la infraestructura fí­sica de viviendas. Sobrantes, basura, o sea la denominación al instante, hoy en dí­a proliferan negocios orientados a captar cuanta chatarra les llega a su poder, previo pago constante y sonante.

Sorprende visualizar el movimiento diario en dichos puestos de captación de chatarra. Es un variado mosaico de deshechos, materiales increí­bles conforman tal mercancí­a embolsada en menos que canta un gallo. Contiene plásticos, envases variados, metales, alambres y aparatos otrora electrodomésticos.

Nueva fuente de ingresos en virtud elemental de la compra-venta, vienen a ser esos lugares de acopio, concerniente a la chatarra. La economí­a familiar capta un ingreso ni siguiera previsto, motivo concreto de alivio sustancial; dependiendo de lo vendido. Soporte responsable de contrarrestar, aunque mí­nimo, la crisis que en aspectos lesivos afecta al colectivo.

Reitero, a fuerza de simple viandante paso frente a esos sitios de negocios en boga, afianzados ya por el motor humano, tras la búsqueda de obtener el sustento cotidiano lí­cito; constato a simple vista esa actividad. El reconocido ingenio chapí­n siempre enarbola con tenacidad cuanto logre establecer, en medio del convulso mundo al acecho de cuanto tengan al paso.

Y ¿qué pasa con tanta chatarra?, viene a ser la pregunta del millón. Las transferencias tecnológicas en ristre son puntuales y garantizadoras de un nuevo proceso final en marcha, proceden de inmediato a reciclar esas montañas de chatarra en nuevos productos. Un cí­rculo imparable; todo al transformarse de beneficio público. Entonces decimos: ¡Enhorabuena!