Ni siquiera vayan a intentar la privatización del IGSS


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Como ya tenemos Presidente electo por soberana decisión mayoritaria de la ciudadaní­a, cambiamos el rumbo para tratar un tema de mucha importancia que puede suscitar una tremenda convulsión popular, y oportunamente estaremos agarrando de la cola –o de las colas– la cuestión postelectoral con sus varias incidencias.

Marco Tulio Trejo Paiz

 


Así­ que, de inmediato, ¡adelante!… La “pulga” que era el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social cuando fue fundado en los ya lejanos dí­as del primer gobierno de la Revolución del 20 de Octubre de 1944, bajo la Presidencia del doctor Juan José Arévalo, ahora presenta el aspecto de un elefantón…

Dicha entidad protectora de la clase trabajadora de los centros urbanos y rurales se ha ramificado casi en todo el territorio nacional, y su personal se ha incrementado enormemente de aquella época al presente.

El IGSS brinda prestaciones en dinero y en especie a sus afiliados que, otrora -antes de 1944-, se encontraban como en un abismo insondable bajo las botas de la dictadura que torpemente pensaba que todo avance social era comunismo.

Entonces no  habí­a beneficio alguno en el seno de las familias del sector laboral  para encarar los diferentes riesgos ocurrentes en el trabajo o fuera de él, pues todo era lazo y sebo. Los laborantes y sus familias medio viví­an y morí­an a las malas del señor de las tinieblas…

Constituyó gran novedad la implantación del sistema de Seguridad Social. Muchos empresarios lanzaron el grito hasta el cielo tildando de negativa y peligrosa a la mencionada entidad -producto del movimiento revolucionario-democrático-, y todo porque les dolí­a pagar las módicas cuotas destinadas al financiamiento del régimen aludido, las que, relativamente, eran y aún siguen siendo mí­nimas.

Son dignos de mención especial los señores patronos de todos los rangos, empresarialmente hablando, que en el curso del tiempo han reconocido las bondades de los programas de protección a los afiliados al régimen de seguridad social y benefician, a la vez, a ellos mismos –a los patronos comprensivos–, porque se ahorran problemas de reclamo en los tribunales a la hora de producirse los conflictos entre ellos y sus trabajadores. ¡Debe privar siempre el espí­ritu de justicia!

Si no existiera el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (pensemos en ello por un momento), ¿qué ocurrirí­a? Lógicamente, habrí­a una reacción que rayarí­a en violencia, un estallido social,  y eso serí­a altamente perjudicial para las autoridades del ente que supuestamente es “autónomo” y, por añadidura, contra el gobierno de la República.

Nosotros hemos prestado nuestros modestos servicios al IGSS en dos ocasiones. La primera vez nos sumamos a un personal bastante reducido,  casi al final de los años 40 y fuimos “defenestrados” el dí­a que ingresó en el paí­s Castillo Armas, procedente de El Salvador). La segunda vez volvimos a trabajar en los últimos años 80, cuando a la sazón se hallaba al frente de la Gerencia Celso Cerezo Mulet, sobrino de Marco Vinicio, cuando éste ejercí­a las funciones presidenciales y tení­a relevancia en el ahora difunto partido democristiano. Fuimos despedidos por oponernos a un acto de corrupción.   

Con alguna frecuencia los altos funcionarios de la institución de referencia informan, metiendo alarma entre los afiliados y sus familias, que las finanzas están agotándose y que, por esa “razón”, corren el riesgo de ya no seguir disfrutando de las prestaciones correspondientes. Es más, se echa al vuelo que, para que subsista el ente benefactor, se ha pensado en privatizarlo (¡…!)

La privatización no darí­a mayor eficiencia a la Seguridad Social y, antes bien, provocarí­a estancamiento o retroceso. Y es de mencionar que desde hace no pocos años, un gobernante arbitrario, pisoteando la autonomí­a, ordenó trasladar al IGSS  la pesada carga de las pensiones de los jubilados del Estado. Ese agobio debe revertirse ya, pero ¡ya!, como quien dice…

El caso de Guatel da una idea de la privatización. El personal fue despedido, y esta es la hora en que no pagan las pensiones de muchos meses.  

De manera que… ¡mucho cuidado, señores del jurado, con privatizar los servicios del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social! ¡Ni siquiera deben intentarlo; no hay que tocar a Dios con las manos sucias!