El resultado de la segunda vuelta de la elección presidencial, que se celebró en Guatemala el pasado domingo 6 de noviembre, no constituyó ninguna sorpresa y no representa la posibilidad de cambio de las tradicionales estructuras de poder político y económico.
La elección del general retirado Otto Pérez Molina como Presidente de Guatemala para el período 2012-2016, es lo que más convenía a las distintas organizaciones de la clase dominante.
La elite económica y política, cuyas expresiones fundamentales son unas pocas pero poderosas familias propietarias de las más grandes corporaciones empresariales del país, recibieron con beneplácito este acontecimiento electoral, pues su principal apuesta era tener la seguridad de contar con alguien al frente del gobierno que pueda cumplir el papel de guardián de sus intereses de clase, y de esta manera mantener inalterable el orden establecido bajo el régimen de dominación capitalista.
No hay que perder de vista que desde el derrocamiento del presidente Jacobo írbenz Guzmán, el 27 de junio de 1954, por una invasión de mercenarios auspiciada por una influyente empresa bananera estadounidense con el apoyo de la CIA y del gobierno norteamericano, las elecciones siempre han tenido el denominador común que de ellas han surgido gobiernos al servicio de la oligarquía.
En la llamada etapa democrática inaugurada tras la promulgación de la actual Constitución Política de 1985, el fenómeno ha sido el mismo, con la diferencia que esta es la primera vez en 25 años que al frente de la Presidencia de la República estará un exmilitar. En las seis elecciones anteriores, los presidentes electos fueron civiles.
En mis artículos anteriores he expuesto con claridad mi escepticismo por la persistencia de una comedia democrática para legitimar el desprestigiado sistema económico hegemónico, el cual se inscribe en el contexto del neoliberalismo, que sin duda es la etapa salvaje del capitalismo, que lo único que está dejando es riqueza para unos pocos, y miseria para las mayorías. Por eso es que hay protestas en numerosas ciudades de Estados Unidos y de Europa, aunque algunos medios de comunicación han tratado de minimizar o ignorar las informaciones sobre tales hechos.
El Partido Patriota que alcanzó la victoria en esta segunda ronda electoral es un partido ultraconservador, cuyo planteamiento ideológico es muy parecido al del Partido Republicano de los Estados Unidos.
En este contexto no es posible visualizar cambios esenciales, pues las estructuras del poder continuarán intocables. Guatemala es uno de los países con mayor desigualdad en el mundo. El nivel de pobreza alcanza al 54 por ciento y la desnutrición a más del 50% de nuestros niños.