Hace algunas semanas publicamos la estimación que hizo Nineth Montenegro sobre el monto de la corrupción que ella estimó en 7 mil millones de quetzales anualmente, cifra que, tomando en cuenta que aquí todo se sobre evalúa y las obras son unos mamarrachos, puede quedarse realmente corta. Pero en todo caso y siendo conservadores, podemos decir que en el presupuesto general de la Nación que se discute en el Congreso de la República está ya presupuestado el hueveo, lo que se robarán en las distintas instancias de la administración pública y eso constituye un reto para el nuevo gobierno.
ocmarroq@lahora.com.gt
Poner orden en las finanzas públicas y valorar realmente el erario del país para aprovechar de manera óptima los recursos es un desafío tremendo que tendrá el régimen de Otto Pérez Molina. De hecho, repito, ese dinero destinado al enriquecimiento ilícito de funcionarios, de políticos y de empresarios de toda clase y calaña, forma ya parte de lo presupuestado, de lo que se contempla como gasto normal del Estado durante el año entrante, por lo que una eficiente utilización de los recursos y, sobre todo, una frontal lucha contra la corrupción, significaría una fuerte capacidad para invertir en el desarrollo y en la gestión pública eficiente en temas tan puntuales como seguridad, educación y salud.
Claro está que ello significaría romper con el molde tradicional de que el aparato del Estado se pone al servicio de los financistas y se utiliza para la compra de voluntades y la realización de jugosos y lucrativos trinquetes. Hasta el día de hoy los gobiernos han servido a esos fines y se desentienden de su obligación social, porque para ellos lo más importante es aprovechar esos fondos ya presupuestados con un enorme inflador y que son la garantía de que la olla va a quedar untada en cada una de las compras, en cada uno de los contratos que se formalizan al amparo de la ridícula ley de compras y contrataciones que tiene agujeros por todos lados y que cuenta con la ventaja de una Contraloría de Cuentas inútil e incapaz de poner orden en el manejo de los recursos públicos.
Estoy convencido que tanto Otto Pérez como su Vicepresidenta saben perfectamente cómo es que funciona el ejercicio del poder en Guatemala. Pérez Molina fue verdadero poder tras el trono durante el gobierno de Ramiro de León Carpio y es una de las personas que mejor conocen las interioridades del ejercicio del poder, por lo que no llegará a la Casa Presidencial medio perdido, como llegan nuestros presidentes, sino que conociendo exactamente qué hay en cada una de las gavetas que realmente importan. Y si se lo propone, puede implementar rápidamente acciones para romper con la tradición de ese uso descarado que se hace de los recursos públicos por políticos inescrupulosos que son los artífices de los grandes negocios que se realizan desde el mero centro del poder político.
Por ello estoy convencido de que tanto el presidente electo como la señora Baldetti, saben perfectamente que en el presupuesto que presentó el Ministerio de Finanzas para el año entrante ya está contemplado el trinquete que permitirá a funcionarios, diputados y empresarios hartarse como lo han venido haciendo con total impunidad durante larguísimos años. Y por lo tanto, si aprietan el puño que mostraron a lo largo de la campaña y piensan en concepto de mano dura contra la corrupción y contra los que esquilman y ordeñan constantemente al Estado, a lo mejor pueden marcar alguna diferencia respecto a lo que hemos visto hasta hoy. Me dirán que de ilusiones no se vive y no es que yo me las haga, sino que es importante remachar en el hierro caliente para ver si algo toma forma.