El juego de la democracia electoral finalmente tuvo su apoteosis el pasado domingo, fecha en que se consumó la segunda ronda de una elección por demás anunciada. Con la presente, habremos legitimado al menos seis eventos eleccionarios, desde que inició la transición a la democracia bajo las reglas del sistema que enarbola el lema “por el pueblo, para el pueblo y del puebloâ€, una ilusión que moviliza de manera falaz la idea que son los ciudadanos los que conducen y deciden su futuro, se pasó la transición y no parece haber llegado aquella.
Como si fueran las tres bolas que juega en el aire el hábil malabarista, todos esperan con hipnotizante atención el ritmo de la política electoral, aspirando o esperando el momento en el que aquel agrega una bola más, es el instante en el que se consuma la decisión de las masas que se conducen por las urnas, es el momento de cambiar de presidente. Hace tiempo que la gente sabe que las bolas no danzan en el aire al mismo tiempo, siempre hay una en la mano de alguien y de vez en cuando la sagacidad del malabar deja caer las mismas al suelo. De esa manera los ciudadanos saben que votando no necesariamente eligen, saben que su decisión no se traducirá en beneficios extendidos, lo que saben perfectamente bien es que el pueblo no elige, sólo legitima una inercia electoral, bailan la danza de las máscaras en la que cada uno juega un rol; los hay de políticos, los hay de bufones, de villanos, de pueblo, de víctimas, por supuesto hay un sinnúmero de máscaras democráticas. La democracia electoral se ha reducido a democracia clientelar a través de una compleja maraña de formas y agentes, la gente quiere creer en elecciones, pero no en partidos. Son pocos los votantes que esperan ilusos el cambio de su país y muchos para los que el voto, es la posibilidad de obtener algo que les resuelva el presente, una lámina, cien quetzales, una bomba para fertilizar o la promesa de un camino para su comunidad. De la misma manera, la avidez del candidato disfrazada de blancas sonrisas o miradas al infinito ya no es la transformación de las condiciones sociales a través de la administración del Estado, es la posibilidad de controlar y distribuir el apetecido botín de los contratos del Estado, lo cual incluye para el menú 2012-2015 actividades mineras, hidroeléctricas e infraestructura de carreteras que se derrumbarán en el próximo invierno. Una persona le decía a un candidato a alcalde en una población lejana: “estamos totalmente de acuerdo en la propuesta de su partido, pero qué es lo que nos traen a regalar para resolver el díaâ€. Los votantes se han convertido en grupos capitalizables electoralmente y no sujetos a ser convencidos por un proyecto político, para lo cual se implementan estrategias de campaña o precampaña diseñadas a la medida de la víctima; en su momento los ancianos de la tercera edad fueron objeto del deseo de Baldizón, quien no dudó en plasmarlos en sendo monumento para luego rematar su defensa por los viejitos con ley específica; en el caso de las mujeres, la excandidata Torres aprovechó finamente la implementación del programa de transferencias condicionadas, y la Bolsa Solidaria se llenó de mujeres empobrecidas que de la noche a la mañana adquirieron identidad y empadronamiento. Para el candidato Pérez la estrategia aprovechó como ya sabemos, la inseguridad ciudadana. Una sociedad precarizada y desigual es terreno fértil para las semillas del clientelismo electoral; tradicionalmente las masas empobrecidas son las más vulnerables a este tipo de transacción, pero en esta elección ya se empezaron a sumar a la seducción ciertas capas de la clase media que vieron en el ofrecimiento del bono 15, la posibilidad de resolver el día. Todos parecen aceptar, pues la democracia electoral en las condiciones actuales aunque solo les resuelva el momento, todos conducen su voto esperando un poco de justicia por aquí, un derecho por allá una ley por acá, pero nadie se cuestiona el sistema, nadie se pregunta por qué cada cuatro años se vota, pero no se decide sobre la propia realidad.