Cuando se habla que las personas son –o somos– seres sociales, habitualmente olvidamos que la sociabilidad no se reduce a lo estrictamente humano. El ser social también incluye las relaciones con el mundo, las cosas, los animales y… también con Dios. Cierto, no todos cultivan ese modo de contacto sui generis, pero hay algunos que sí.
Veamos a los cristianos. Ellos cultivan intensamente, como todo acto social, un diálogo enamorado con Dios. El creyente conversa con Dios, se dirige a í‰l adorándolo, rindiéndole pleitesía, alabándolo y pidiéndole bendiciones. Es una relación que para los cristianos es fecunda: concede paz, serenidad y fortaleza.
El creyente ora. Suplica a Dios constantemente. Quizá de aquí venga la palabra “orarâ€: Rendirse a Dios “todo el tiempoâ€, a toda hora. No en balde los monjes llamaban a su libro de oración “Liturgia de las horasâ€. El religioso se acostumbraba a adorar a Dios en todo momento, por eso hacía “Laudesâ€, por la mañana; “Vísperasâ€, por la tarde; y “Completasâ€, por la noche. El precepto del hombre de Dios era “ora et laboraâ€: “reza y trabajaâ€.
El opus Dei, me parece, no se reducía al trabajo manual, sino a la obra creadora inspirada en Dios. “Ya comas, ya bebas, decía el texto bíblico, haz todo en nombre del Señorâ€. Para el cristiano el hacer era una forma de glorificar a Dios. La obra tenía un sentido: “Ad maiorem Dei gloriamâ€.
Esa certeza de Construir el Reino era lo que exigía hacer el trabajo de buena manera. Por eso los jesuitas hablaban del “Magis†y los salesianos del “Ad astraâ€. Hacer las cosas de la mejor forma posible era una mística que exigía sacrificio, esfuerzo y dedicación, mucha disciplina. Siempre ir más allá (Magis), hacia las estrellas (Ad astra). No era un trabajo de dimensiones horizontales, sino de tipo trascendente. Las cosas son un medio para llegar a otra realidad superior.
En cierta ocasión, san Juan Bosco fatigado por el trabajo, cansado y exhausto, se quiso quejar con su madre, Margarita, por las desventuras de la vida cotidiana, y ésta, de manera sabia, le señaló el Crucifijo, la Cruz. í‰ste comprendió y, según sus biógrafos, nunca volvió a quejarse. Esto es lo que hacen los creyentes, los cristianos, cuando se sienten desfallecer, ven al crucificado y toman respiro y estímulo para seguir el camino.
Creo que los cristianos nos enseñan, así como también los hombres religiosos de cualquier denominación, que existe una realidad superior en la que debemos confiar. Es tiempo de renovarnos espiritualmente e ir más allá del goce terreno de los bienes materiales. Quizá es momento de ver la Cruz y reempezar nuestras vidas desde otro ámbito. Quien quita que lo divino nos ayude a ser más humanos. Quizá y hasta sea el mejor negocio de nuestra vida.