“¿Dónde está Cristina, dónde está Cristina?†es la frase que repite el locutor en un anuncio de radio, para responder algo así como que en el súper porque en Paiz todo es más barato y el aceite Ideal está hoy de oferta. Imposible dar crédito a lo que uno oye, porque cuesta imaginar que una empresa pueda tener tan “creativos†publicistas que explotan morbosamente un drama como el que afecta a la familia Siekavizza cuya hija, Cristina, está desaparecida en un caso que ha acaparado la atención de los guatemaltecos durante los últimos meses.
Pudieron usar cualquier nombre, pudieron utilizar el genérico de mujer o infinidad de frases que demandan realmente creatividad e ingenio publicitario. Pero cuando en Guatemala hay en muchos sitios anuncios en los que se ofrece recompensa por quien informe sobre el paradero de Cristina, es inhumano e infame que se haga un anuncio de esa naturaleza. Nada tiene de malo que una empresa haga ofertas, sean éstas reales o engañosas, porque al fin y al cabo el consumidor es el que decide sobre ese tema, pero lo que no se puede permitir es atentar ya no contra el buen gusto y las buenas costumbres, sino contra el dolor de cientos de personas que se han sumado a la lucha por conocer lo que le ocurrió a Cristina en el aciago día de principios del mes de julio desde cuando no se sabe de su paradero.
Nos imaginamos que la empresa productora del aceite Ideal no sabía que su marca sería asociada con un anuncio que provoca enojo y desprecio por la forma morbosa en que se explota un drama de la vida real para atraer la atención de los radioescuchas. El evidente objetivo de usar el nombre de Cristina es explotar el interés que hay en la opinión pública por un caso que se ha vuelto un drama enorme, sobre todo porque hay evidencias de que la joven señora fue asesinada y el paradero de sus hijos es algo que inquieta a muchísimas personas.
La publicidad persigue siempre ser atractiva, llamar la atención y en medio de la saturación provocada en estos meses por la campaña política es indudable que los expertos tienen que exprimir el seso para encontrar aspectos que atraigan la atención del auditorio, sean estos radioescuchas, televidentes o lectores de prensa escrita. Pero si bien el ingenio es apreciado y debe ser reconocido, el morbo infame tiene que ser despreciado. Pero no es culpa únicamente del “genio publicitario†al que se le ocurrió usar el nombre Cristina, sino también de la empresa cuyos ejecutivos dieron el visto bueno, en un evidente exceso al que no se puede tildar sino como verdadera infamia.
Minutero:
Solo existen dos formas
de concretar las reformas;
o hay evoluciones
o vendrán revoluciones