Iremos el próximo domingo a votar. Todo muy bonito. Haremos fila henchidos de entusiasmo, civismo y con la esperanza de que todos nuestros males se vayan componiendo poco a poco. Luego vendrá la época de volar barriletes; pondremos a sudar la tarjeta en las compras navideñas, para empezar el nuevo año tronándonos los dedos al ver de dónde sacamos el pisto para pagar el costo de los materiales y estudios de los patojos y lueguito, sentados a la orilla de la banqueta veremos pasar el desfile de nombramientos del candidato presidencial que resulte ganador. Aquí se armará Troya. ¿Y no que solo iba a contar con gente de experiencia, con méritos y tantas cosas más prometidas pues?
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De ahí que pregunte: ¿seguirá la misma historia? Porque lo antes escrito no lo saqué de la manga, sino que lo he visto desde el año 1956, cuando me dieron mi cédula y sentirme de a petate. Por favor, ni se les ocurra pensar que el pueblo aprendió la lección sufrida con Colom y Compañía, porque eso mismo padeció cuando eligió a Cerezo, Serrano, Arzú, Portillo y a Berger. Muy contentos la mayoría de chapines se fueron el primer sábado después de la elección a echarse el trago con boca de chicharrón a la salud del nuevo gobernante, con las certezas de siempre: ¡éste sí que se las sabe todas!, ¡éste hará borrón y cuenta nueva!, ¡seguramente va a ser honrado, combatirá la corrupción y la delincuencia con inteligencia! ¿Y cómo quedaron?
No, esto no es pesimismo, que todo lo vea oscuro o cosa que se parezca. Sino simplemente planteo la posibilidad de seguir igual. Porque mis deseos son los mismos de ustedes, con la diferencia que hace rato me quité la venda de los ojos, lo que me permite sugerir que debiéramos aprender de la experiencia adquirida a través del tiempo. Menciono a Colom porque es el que ya se va, pero los antecesores tampoco variaron la cantaleta de muchas promesas y mucho bla, bla, bla.
Creo que llegó la hora de dejar de lado la mala costumbre de solo ser mirones. Debiéramos entonces transformarnos en fiscalizadores, ya que el Congreso lo hace muy mal, contralores, auditores, fiscales, inspectores y supervisores desde el primero hasta el último día de un período presidencial, como del primero hasta lo último de los movimientos, actuaciones y comportamientos.
En serio, así como lo lee y lo escucha. Ninguno de los elegidos por voluntad popular debieran recibir el beneficio de la duda, al contrario, todos, sin excepción, deben ser vistos con lupa desde el primer día hasta el último de su período. De otra manera, ellos harán lo mismo que la mayoría de electores, pasarse la luz roja del semáforo; estacionarse en donde les pegue la gana; adelantarse para ocupar el primer puesto de la cola y echar encima su vehículo al peatón.