Domingo incierto A Oscar Clemente y Pedro Pablo con gratitud.


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Estamos ya en la semana de la recta final para elegir un nuevo gobierno y un nuevo Presidente para Guatemala. Las encuestas indican un resultado que serí­a normal dado los resultados de la primera ronda electoral en la cual el general Otto Pérez Molina obtuvo una aventaja de trece puntos sobre su más cercano oponente, Manuel Baldizón. De acuerdo a estas encuestas, Pérez Molina aventajarí­a a Baldizón con una diferencia de 10% de los votos. Pero hay varios hechos que probablemente hagan que tal predicción no sea enteramente confiable. En primer lugar el desprestigio de las encuestadoras que nos han mostrado resultados sesgados en las últimas elecciones. Sucedió así­ en 2007 cuando le daban la victoria a Pérez Molina y sucedió así­ en 2011 en la primera vuelta cuando otorgaban a Pérez Molina una victoria contundente que finalmente no se dio.

Carlos Figueroa Ibarra

 


Usualmente una diferencia de 10% es suficiente en otros paí­ses para dar por segura la victoria de un candidato. Pero algo sucede en Guatemala en estos dí­as que hace que  cuando uno habla con los observadores del proceso polí­tico en el paí­s no sean contundentes en sus afirmaciones. Hay quienes me han dicho que  en realidad más que los diez puntos de ventaja lo que habrí­a es una suerte de empate técnico que se da cuando hay una diferencia entre los candidatos de 3%. Otros han dicho que una situación catastrófica serí­a que la diferencia entre los dos oponentes fuera mí­nima pues darí­a pie a un conflicto poselectoral como el que se observó en México en 2006. En aquella ocasión esa diferencia mí­nima, unida a una participación activa del gobierno de Fox y de todo el establishment  a favor del candidato oficial provocó una sensación de elecciones de muy baja calidad para decir lo menos o de fraude para decir lo más.

No hay motivos para pensar entonces que dado lo que dicen las encuestadoras,  Pérez Molina será presidente electo el próximo domingo.  Además, de la no confiabilidad de las encuestas, existe también lo que Edgar Gutiérrez ha llamado el “voto oculto”  y las “células” que no son sino las estructuras de movilización electoral de Sandra Torres y del Partido Patriota. Si fuera cierto que el próximo domingo se observara un elevado abstencionismo, el candidato que tuviera la máquina electoral más aceitada tendrí­a  la ventaja. Pero también tendrí­a la ventaja aquel que tuviera la mayor proporción de voto duro. Y aquí­ Pérez Molina  puede ser que tenga la delantera porque  su oponente no lo tiene  en amplias proporciones. Un eventual éxito de Pérez Molina  probablemente se asiente en el surgimiento de un vasto sector de clases medias urbanas que tienen una visión  conservadora del mundo y una visión neoliberal de la economí­a. Al igual que otros sectores de la sociedad, estas también se encuentran desesperadas por la rampante violencia delincuencial y presas del simplismo autoritario que clama mano dura. A través de los medios de comunicación, de las universidades privadas (particularmente  la Francisco Marroquí­n), de las empresas capitalistas de servicios espirituales (las mega iglesias evangélicas) todos estos sectores han sido tan ideologizados que no perciben que la polí­tica económica que apoyan (el neoliberalismo) es la causa de lo que lamentan (la violencia delincuencial). Si fuera cierto que la estructura de Sandra Torres apoya a Baldizón, éste podrí­a beneficiarse de una parte de su voto duro. El voto en el interior del paí­s, particularmente el de sus sectores más empobrecidos, el de  los que han sido beneficiados por las polí­ticas de Cohesión Social, podrí­a ser endosado a Baldizón. Pero en este caso la capacidad de movilización de ese voto, la accesibilidad de los centros de votación y la dotación de la infraestructura necesaria para facilitar el sufragio podrí­an jugar un papel decisivo.

Hace unos meses todo el mundo daba por cierta la victoria de Otto Pérez Molina. Hoy lo único que puede afirmarse con certeza es que para ambos candidatos, el próximo domingo es incierto.