Una encuesta sobre intención de voto no se puede pronosticar. Sólo puede diagnosticar. Y es válida estadísticamente si la muestra de ciudadanos encuestados tiene la propiedad de representar, sólo en el tiempo presente, y nunca en el tiempo futuro, la proporción de intención o no intención de voto de todos los ciudadanos que están dispuestos a votar.
Las cifras aportadas por varias encuestas (pero no por una sola encuesta) sobre intención de voto pueden mostrar, empero, una tendencia, la cual puede ser proyectada (hacia el futuro), para pronosticar la proporción de intención de voto. Precisamente durante el proceso de segunda elección presidencial (que oficialmente comenzó el pasado 27 de septiembre, y que finalizará el próximo 6 de noviembre), ha habido tres encuestas sobre intención de voto. Las tres encuestas (pero no una sola encuesta) muestran una tendencia, propicia para intentar un pronóstico sobre el candidato que ganará la elección presidencial.
La primera encuesta, patrocinada por el diario Prensa Libre, y realizada por la empresa Prodatos, entre el 4 y el 8 de octubre, le adjudica a Pérez Molina una intención de voto de 56%, y a Baldizón Méndez, una intención de voto de 42%. La segunda, realizada por CID/Gallup, entre el 9 y el 16 de octubre, le adjudica a Pérez Molina una intención de voto de 55%, y a Baldizón Méndez, una intención de voto de 45%. La tercera, patrocinada por el diario elPeriódico, realizada por la empresa Borge y Asociados, entre el 8 y el 17 de octubre, le adjudica a Pérez Molina una intención de voto de 55%, y a Baldizón Méndez, una intención de voto de 45%. Las tres encuestas (pero no una sola encuesta) muestran que los ciudadanos tienden a adjudicarle a Pérez Molina una mayor proporción de intención de voto. Puede pronosticarse, entonces, que el candidato presidencial ganador será Pérez Molina.
Se argumentará que las tres encuestas podrían no haber sido válidas estadísticamente, es decir, la muestra de ciudadanos encuestados podría no haber tenido la propiedad de representar con suficiente probabilidad, la intención de voto de todos los ciudadanos que están dispuestos a votar. Colígese que, entonces, tampoco sería válido un pronóstico fundamentado en esas encuestas. Es inverosímil, empero, que si las tres encuestas no hubieran sido válidas, hubieran suministrado similares cifras ficticias, y le hubieran adjudicado al candidato Pérez Molina una ficticia mayor proporción de intención de voto. También es inverosímil que las empresas periodísticas patrocinadoras de las encuestas se hubieran involucrado en una secreta conspiración estadística, para convenir en que esas encuestas suministraran similares cifras ficticias favorables al candidato Pérez Molina.
La proporción de intención de voto reportada por las tres encuestas pudo haber variado a partir de la fecha de finalización de cada una de ellas, hasta el momento presente; y si no hubiera variado, puede variar a partir de ese momento hasta el día de la votación, o hasta el instante mismo en que el ciudadano vota. Es una variación posible porque evidentemente la intención de voto no es inmutable. Empero no parece que haya habido o pueda haber una causa que, en general, provoque una variación, y que, en particular, convierta a Baldizón Méndez en el sorpresivo candidato ganador.
Post scriptum. Aparentemente la seguridad pública que ha prometido Pérez Molina ha tendido a persuadir más a la mayoría de electores, que los beneficios laborales que ha prometido Baldizón Méndez.