Funcionarios de hoy y venideros: echen pan en su matate


Eduardo_Villatoro

A menudo escuchamos el dicho referente a las vueltas que da la vida; una realidad que deberí­an tener presente quienes ocupan temporal y relativamente posiciones de poder en los ámbitos de la función pública y la polí­tica.

Eduardo Villatoro

 


Los casos del militar Humberto Mejí­a Ví­ctores y de la abogada Ofelia  De León de Barreda son los más emblemáticos en estos dí­as, porque el primero fue jefe de Estado y ahora es acusado de genocidio y de otros delitos presuntamente cometidos cuando fungí­a de Ministro de la Defensa. Lo más patético para él y los pocos familiares que no lo abandonaron, es que padece enfermedades terminales, sin posibilidades para pagar sanatorios privados de cashé, al contrario de lo que ocurrí­a cuando era el gobernante de Guatemala, cuando tení­a al alcance de la mano lo que se le antojara.

  Algo similar es el cuadro patológico del también exgeneral Héctor López Fuentes, jefe del Estado Mayor de la Defensa en la época de Mejí­a Ví­ctores, sindicado asimismo de semejantes delitos y guardando prisión, añorando quizá sus años de bonanza y libertad para movilizarse.

   Tras las rejas se encuentra la otrora presidenta de la Corte Suprema de Justicia, cuya altivez no  logra disimular ni intentando ocultar los grilletes en sus muñecas, derivado de su supuesta complicidad del probable asesinato cometido contra la joven Cristina Siekavizza, cuyo acusado es su esposo, hijo de la señora De León, quien, desde su celda, no dejará de pensar en los privilegios que disfrutaba cuando se pavoneaba en su cómodo y amplio despacho en la Torres de Tribunales.

   Quien no ceja en su empeño de evitar ser extraditado es el expresidente Alfonso Portillo, porque habituado a luchar contra las adversidades a lo largo de su vida, su estancia en un cuartel convertido en prisión no lo ha doblegado, aunque  hará comparaciones entre las prerrogativas que disfrutó cuando ejerció el poder polí­tico y las severas limitaciones en la actualidad, sobre todo porque fue olvidado por muchos de los que se enriquecieron a su sombra, excepto amigos  leales, como el expresidenciable Mario Estrada.

   Se diluye en el olvido de la memoria colectiva la figura del entonces arrogante Marco Tulio Abadí­o, excontralor de Cuentas y extitular de la SAT, que inconscientemente alardeaba de su ignorancia, enriquecimiento ilí­cito y patanerí­a, sin haber creí­do que un dí­a iba a rendir cuentas a la justicia, como otros exfuncionarios, entre los cuales personajes funestos para el IGSS.

   El también soberbio Raúl Velásquez, después de jactarse de que acabarí­a con el crimen organizado cuando asumió el cargo de ministro de Gobernación, ahora también está encarcelado, sindicado de varios delitos; mientras que aguardan procesos penales los también extitulares de esa cartera, Francisco Jiménez y Salvador Gándara, al igual que los todaví­a diputados Rubén Darí­o Morales y Eduardo Meyer, quienes siendo presidentes del Congreso, presuntamente delinquieron, pero que aún andan libres, aunque  con la cola entre las piernas. Sin olvidar al pedante Willy Zapata, exsúper Intendente de Bancos, aborrecido por miles de personas de la tercera edad que fueron estafados por accionistas mayoritarios de los bancos del Café y de Comercio.

   Así­ que, actuales funcionarios y futuros pavo reales del Gobierno entrante, serí­a bueno que echaran pan en su matate.

   (El reportero Romualdo Tishudo le plantea esta pregunta capciosa a cierto exfuncionario perseguido por la justicia: ¿Qué es la soberbia? Responde: –Es un apetito exagerado de comer y beber que se corrige con la lujuria).