Cuando vemos que en Argentina el voto masivo popular ha dado nuevamente la victoria presidencial a Cristina Fernández, no dejan de surgir preguntas sobre cómo nos encontramos las mujeres en materia de representación y participación política en este país.
En el proceso electoral del 11 de septiembre, resultaron electas 18 mujeres para el Congreso de la República, no obstante 3 más ocuparán una curul debido a que los titulares electos fueron impugnados por ser contratistas del Estado. El primer dato refleja una reducción en la representación de mujeres en ese Organismo, en relación a los comicios generales de 2008.
De las 21 mujeres que serán diputadas, doce son del Partido Patriota, seis de la alianza UNE-Gana, una de UCN, una de VIVA-EG y una de Lider. Los partidos: Creo, Unionista, FRG, Victoria, PAN y la Alianza Frente Amplio, lograron curules, pero todas serán ocupadas por hombres. En términos comparativos, las diputadas de cada bancada son significativamente menos que los hombres. Por ejemplo, las legisladoras electas por el PP representan únicamente el 21% del total de diputados por esa agrupación política. Similar situación se da en el resto de partidos. En síntesis, en la legislatura 2012-2015, la representación política masculina será del 86.7% y la femenina de apenas un 13%.
Si examinamos los resultados electorales para el PARLACEN nos encontramos con que sólo 6 mujeres lograron una posición titular, lo que equivale al 30% de la representación. En el ámbito local, la brecha sigue siendo enorme, de 333 corporaciones municipales únicamente siete serán dirigidas por mujeres, de las cuales ninguna es indígena.
Estos resultados aún pueden modificarse, ya que se encuentran en curso varias impugnaciones, y en cinco municipios se repetirá la elección para las alcaldías y corporaciones municipales, lo que significa un riesgo latente de reducción del número de mujeres en los puestos.
Los datos evidencian claramente que no hay una práctica real de inclusión al interno de los partidos políticos y que no existe coherencia entre el discurso y la práctica política. El incremento de mujeres en los binomios presidenciales, del que fuimos testigos en esta campaña, no se tradujo en más mujeres con posibilidades reales de acceder a un cargo de elección popular. De los 511 cargos que estuvieron en disputa para el Congreso, PARLACEN y jefaturas ediles, el 93% resultó siendo ocupado por hombres y apenas un 7% por mujeres.
El camino por recorrer se vislumbra cuesta arriba, sin embargo, es un imperativo democrático el que más mujeres lleguen a ocupar cargos públicos, a través de procesos electorales en los que la equidad en la participación política esté presente. Si los partidos políticos deciden salvar la dignidad y el espíritu –con el que se supone fueron concebidos– de inmediato deben asumir acciones concretas que permitan cambiar la página de esta eterna historia de exclusión y marginación.
No podemos hablar de una sociedad ni siquiera en vías de desarrollo cuando las decisiones siguen exclusivamente en manos de hombres, de cierta clase social y de una tendencia ideológica sumamente conservadora. La característica central de la democracia es la representatividad, y hacia eso, debemos caminar como país.