Se dice que al conocer los resultados de la encuesta de Prensa Libre el exgeneral ha vuelto a sonreír. No obstante, poco tiene de qué sentirse contento. La encuesta le vuelve a dar el mágico 55%, porcentaje con el que auguraba que ganaría en la primera vuelta y que se desplomó al 36%. Por ello, en el debate presidencial pasado volvió a demostrar inseguridad e incertidumbre; por cuatro años más se quedará con la gana de ser Presidente. Para quitarle aún más el sueño, la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala se ha dirigido a las Naciones Unidas para pedir que se posponga la elección de Guatemala al Consejo de Seguridad para después del 6 de noviembre, a la espera de los resultados.
Una pesadilla recurrente para el exgeneral es, posiblemente, verse en otro país y encontrarse con que un juez de algún país respetuoso del derecho internacional pide su captura, tal como hizo Baltazar Garzón en el caso de Pinochet. ¿No es cierto que el líder del Patriota no ha viajado a ningún sitio del exterior, pese a todas las invitaciones que se le han hecho? Hay temor a la opinión pública internacional, incluida la de los guatemaltecos migrantes. De ganar las elecciones, tendríamos un Presidente prisionero de su país, incapaz de representarnos en el ámbito internacional.
Desde luego, estas pesadillas palidecen frente a los fantasmas del pasado. ¿Cómo puede conciliar el sueño al mirar nuevamente el video que lo muestra como joven oficial del Ejército de Guatemala ufanándose de los logros en la lucha contrainsurgente junto a los cuerpos sin vida de los campesinos asesinados en aldeas de El Quiché? Basta con leer los casos ilustrativos 4, 17, 38 y 39 del Informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, para darse cuenta de que soldados y oficiales torturaron a muchos campesinos; violaron a mujeres y niñas; asesinaron a niños, mujeres y hombres de todas las edades; bombardearon aldeas completas; quemaron a personas que trataban de esconderse; y, al final, fueron responsables de actos de genocidio y crímenes de guerra. Hay dos explicaciones: una, que los oficiales no pudieron controlar a sus tropas, lo que implicaría que oficiales como el exgeneral no saben cómo controlar a sus subalternos; y otra, que las tropas seguían las órdenes de los oficiales a cargo, como muchos soldados y ex PAC han afirmado. Esto puede ser hoy pesadilla para “los oficiales de la montañaâ€; pero fue un apocalipsis para las decenas de miles de víctimas.
Motivos de pesadilla serán los gritos de los torturados, unos pocos guerrilleros como el comandante Everardo y Mincho (casos ilustrativos de la CEH) y otros muchos simplemente simpatizantes de la izquierda o gente común, que los aparatos de Inteligencia militar, de la cual el exgeneral fue jefe supremo, definían como potenciales enemigos –universitarios, estudiantes, sindicalistas, catequistas y otros– y los sometían a violencia, torturas, muerte y desaparición. ¿Cuántos desfilarán en los sueños del exgeneral? Más preocupante sería que este baño de sangre no hubiese afectado al hombre de la “mano duraâ€, porque su mente y su corazón serían “aún más durosâ€. Eso significaría también que las víctimas inocentes se pueden seguir acumulando en el futuro. Para evitarlo, hay que votar el 6 de noviembre contra el exgeneral.