Lo que nos espera, a partir del 14 de enero de 2012


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Mañana es un dí­a de especial significación e importancia histórica para nuestro paí­s y para nuestro pueblo. Mañana, 20 de octubre de 2011, se estará conmemorando el 67 aniversario de la más trascendental hazaña cí­vico militar que depuso al continuismo ubiquista e institucionalizó cambios económicos, polí­ticos y sociales como nunca antes habí­a acontecido en Guatemala

RICARDO ROSALES ROMíN
\ Carlos Gonzáles \

 


El proceso revolucionario iniciado la madrugada del 20 de Octubre de 1944 no tiene precedentes. No es el caso de enumerar las conquistas alcanzadas por la población guatemalteca en aquel perí­odo. El espacio no lo permite, pero lo que sí­ permite es agregar que es un proceso que, en tanto que fue violentamente interrumpido por la invasión mercenaria de junio de 1954, sigue vigente y que ya vendrá el momento de darle paso a su continuidad de acuerdo a la situación y condiciones prevalecientes en lo nacional y en lo internacional.
    
     La situación actual del paí­s es resultado de lo que empezó a partir del 27 de junio de 1954 y la sucesiva acumulación y reproducción de problemas económicos, polí­ticos y sociales que no han sido resueltos. La responsabilidad corresponde por entero a quienes lo han gobernado, las potentadas élites patronales tradicionales y la dependencia del imperio del norte. Lo más grave es que ese cúmulo de problemas no resueltos se ha agravado y agudizado cada vez más.
    
     La explicación (más no su justificación), no es difí­cil. Basta con pasar revista a la institucionalidad en que se asienta la razón de ser del Estado y sus autoridades, los intereses y a conveniencia de quienes se “legitima” y a quienes sirve y tutela.
    
     El Estado guatemalteco a partir de junio de 1954 se institucionalizó en interés y a conveniencia de la intervención norteamericana. Así­ se deduce del contenido y forma en que se emite la Constitución de 1956.
    
     Luego del golpe militar que depuso a Ydí­goras Fuentes, en la Constitución de 1965 se le da continuidad a aquella dependencia a la vez que se sientan las bases para la institucionalización de la contrainsurgencia como polí­tica de Estado. Esta pasa a ser la polí­tica a la que corresponden gobernantes como Arana Osorio, Laugerud Garcí­a, Lucas Garcí­a y quienes se suceden en el mando a raí­z de los golpes militares de 1962 y 1963, respectivamente.
    
     La Constitución actualmente vigente viene a ser, a su vez e igualmente, la continuación de la contrainsurgencia como polí­tica de Estado y de prolongación de la dependencia al amo imperial a través de polí­ticas de corte neoliberal. Es ello lo que obstaculiza e impide que el paí­s salga del atolladero en que se le ha ido sumiendo en forma por demás impune, inmoral y perversa. Es lo que caracteriza el perí­odo que se le ha dado en llamar de transición a la democracia dizque inaugurado en 1985.
    
     Dicho lo más brevemente posible, la “transición a la democracia” en Guatemala es la prolongación de la intervención estadounidense de junio de 1954 y la continuación de la contrainsurgencia como polí­tica de Estado, en ambos casos, repito, a través de otros medios y de otras formas.
    
     Y si es así­ como hasta ahora están las cosas, no es difí­cil presupuestar lo que nos espera a partir del 14 de enero.
    
     Quienes estén enterados, hayan visto o escuchado el llamado “Gran Debate Presidencial” convocado por la Asociación de Gerentes de Guatemala, AGG, puede que tengan ya una idea más aproximada de lo que en realidad representan y son los dos presidenciables actualmente en contienda.
    
     Desde el momento en que el presidente de la AGG abrió “el evento” ya se podí­a advertir hacia quien se proponí­an favorecer sus convocantes y patrocinadores. Las cosas, sin embargo, no les salieron como lo esperaban. El evento no fue un debate entre dos presidenciables. Fue una comparecencia pública irresponsable y una falta de respeto a sus posibles votantes, al pueblo y al paí­s que pretenden gobernar.
    
     Ambos candidatos quedaron muy lejos de demostrar su capacidad y condiciones para debatir a fondo sobre las más importantes cuestiones de la situación nacional y proponer algo que pudiera servir para empezar a resolver los serios y graves problemas acumulados y que agobian a la mayorí­a de la población.
    
     Lo que se pudo ver a través de la televisión, no me parece que haya ocurrido antes. Lo que queda es que de algo habrá de servir para que el pueblo tome conciencia y se compenetre de los riesgos que supone que uno u otro de los dos contendientes llegue a gobernar.
    
     En tales condiciones, los votos nulos y los votos en blanco pasan a ser la expresión de rechazo a los dos presidenciables, de indignación social y popular y, en cierta forma, de desobediencia civil y objeción de conciencia ante lo que moralmente y por convicción es inaceptable. La no concurrencia a las urnas (por las razones que sean), también lo es.
    
     En todo caso y, sin ninguna duda, quede quien quede, las cosas tenderán a ir de mal en peor. http://ricardorosalesroman.blogspot.com/