¿En manos de quién estamos?


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Quiero dejar constancia de mi disgusto por tratar en esta columna problemas personales, pero ahora lo hago por estimar inapropiado callar una de tantas desagradables experiencias que a diario la población padece, abusos tan repetitivos que no tardan en volverse una fatalidad cualquier dí­a de estos. Me refiero al mal comportamiento de los policí­as de tránsito en perjuicio de miles de guatemaltecos, ví­ctimas constantes de su torpeza, ignorancia y errónea autoridad, cuando se supone existen para organizar, ordenar y vigilar que el tránsito de vehí­culos sea seguro y expedito, utilizando procedimientos y técnicas adecuadas para el mejor cumplimiento de sus obligaciones.

Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt

 


El jueves 13 de octubre, alrededor de las 15:45 horas circulaba de poniente a oriente, por el Boulevard Liberación, sector de Pamplona,  Zona 12, cuando la circulación de vehí­culos se volvió caótica por la intempestiva interrupción provocada por trabajadores del IGSS, impidiendo la libre locomoción como tantas protestas callejeras que nos tienen a todos los chapines de cabeza. Al llegar a la altura de la intersección de la 8ª avenida, un correcto motorista de la PMT advertí­a haciendo señales con sus brazos para desviarnos de la ruta evitando con ello estar atrapados por mucho tiempo más. Unos tomaron por la ví­a de norte a sur del sector y otros, en contra de la misma, claro sin correr ningún riesgo, pues el tránsito de vehí­culos estaba detenido. Viré mi vehí­culo y me fui tras ellos, con tan mala suerte que fui a toparme con el motorista Luis López, número 1395, también de la PMT quien, sin atender el cúmulo de explicaciones intentaba ponerme una remisión, a pesar de que al alcance de su vista seguí­a su compañero de labores dando las instrucciones relatadas.

Ni para atrás ni para adelante. Usted estimado lector bien sabe  cuando un chapí­n dice “este macho es mi mula” no atiende ninguna explicación. Pues ante tal circunstancia opté por retirarme, no sin antes indicarle al agente que si querí­a imponer su “remisión” se la pusiera a mi vehí­culo. Eso le hizo reaccionar violentamente, tirándole una patada a la portezuela izquierda del vehí­culo, provocando los daños consiguientes. Si no hubiera aparecido oportunamente su jefe inmediato, señor Rudy López, quien pudo comprobar el abuso cometido y que el terco agente seguí­a empecinado en continuar con el abuso, a saber qué clase de bochinche se hubiera armado, pues buen número de transeúntes que presenciaron tan deleznable hecho, a coro le gritaban sinnúmero de adjetivos peyorativos.

Con este lamentable hecho podrán haber visto que seguimos siendo incapaces de hacer entender a los policí­as municipales que su deber es servir a la comunidad y no ser agentes de la arrogancia, del abuso y de la anarquí­a imperante, como instrumentos de la irresponsabilidad y prepotencia de las autoridades constituidas. De ahí­ que pregunte: ¿cuándo podrá ser real la propaganda municipal que se difunde por la televisión abierta?