Realidiario (DCXCVIII)


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MI AMIGO EL AVESTRUZ ACLARA. En entrevista exclusiva celebrada en las llanuras africanas, mi amigo el avestruz, un tanto indignado, dice estar harto de tener que aclarar a los ignorantes, legos y profanos, en el sentido de que los europeos colonialistas inventaron el mito, quién sabe con qué propósitos inconfesables, de que él mete la cabeza en un hoyo cuando percibe un peligro inminente, lo cual no solo carece de pruebas cientí­ficas sino que lo retrata como un cobarde que no sabe enfrentar los riesgos que le acechan en todo momento.

René Leiva

 


Mi amigo el avestruz quien, además, es un bailarí­n admirable y capaz de derribar a un león con sus patas, invita a los ignorantes a visitarlo en su hábitat natural, allá en las llanuras africanas, para que comprueben lo falso y tendencioso de sus falacias  que denigran el prestigio de un ave valiente y altiva. (Por aparte, pero en parecido desorden de ideas, mi amigo el avestruz hace la pertinente y oportuna acotación de que conoce a Chana y a Juana desde muy atrás, y que para él da exactamente lo mismo una u otra; que ni sus respectivas madres, de Chana y de Juana, pueden distinguirlas, lo cual ya es decir demasiado en tiempo de segundas vueltas).
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¿UN KAIBIL DE PRESIDENTE? Fragmentos de una Letaní­a a la muerte por la vida.
-Después de una guerra sucia prolongada y el genocidio del siglo XX
Serí­a como patear cada cadáver de las  200 mil ví­ctimas mortales
Serí­a como escupir en las fosas comunes clandestinas
Serí­a como volver a crucificar la Historia
Serí­a haber perdido, ya para siempre, la dignidad, la vergí¼enza, la memoria, el coraje, la moral, el hilo ancestral
Serí­a haber trocado la sangre roja y luminosa por agua chirle, por agua de tonel oxidado, por agua de charco opacada por el cieno
Serí­a derribar del pedestal del corazón a Tecún Umán y poner en su lugar a Pedro de Alvarado el Sanguinario
Serí­a lamer la bota que oprime tu voluntad y tu honra
Serí­a tropezar por enésima vez con la misma piedra encadenada a tu conciencia
Serí­a ponernos los unos a los otros cepos de la derrota, la humillación, el escarnio, la impotencia… y así­ lucirnos en la plaza publica
Serí­a hacer de la resignación y el estoicismo nacional, la cruz que no encuentra Gólgota donde asentarse
Serí­a darle al miedo posesión del espí­ritu y del alma.
(…)