La Virgen de Soledad del Calvario y su manto sevillano


Consagrada Imagen de la Santí­sima Virgen de Soledad Reina de la Paz Templo El Calvario.

José Israel Santos G.

Universidad de San Carlos de Guatemala

Los orí­genes de la Asociación de Nuestra Señora de Dolores de la Parroquia Rectoral de los Remedios, templo El Calvario pueden ubicarse en la segunda mitad de la década de los años veinte, o bien al principio de la siguiente década del siglo XX, cuando los indicios fotográficos y de tradición oral permiten situar ya un grupo de mujeres debidamente organizadas en torno al culto de una imagen de pasión en el espacio arquitectónico que, por antonomasia, la representa: el templo de El Calvario.


En la década de los años 50 del siglo XX, la entonces presidenta de la Asociación de Nuestra Señora de Dolores del Calvario, Francisca «Paca» Vda. De Nielson, una mujer como la describe el conocido altarero Jorge Mario Dí­az Del Cid: «de baja estatura, pelo ondulado y portadora de la férrea disciplina y luto riguroso de la Hermandad» y que presidió la misma desde 1,951 hasta la primera mitad de la década de los años ochenta, supo mantener a la vanguardia modernista de la Semana Santa a la asociación a su cargo, dotando al guardarropa de la Virgen de Soledad de un ajuar destinado a ser lucido en las procesiones de Viernes y Sábado Santos.

El traje fue mandando a elaborar a Sevilla con genuinos hilos metálicos sobre panas de la más alta calidad cuyo diseño emulaba los que poseí­a el referente mundial de las Dolorosas españolas: Nuestra Señora de la Esperanza Macarena. El precio del majestuoso estreno fue de US$2,000 que tomando en cuenta la paridad 1-1 con nuestra moneda local y el poder adquisitivo de la época, trasladar dicha cifra a la actualidad conllevarí­a obtener un monto muy superior a ese entonces.

En una entrevista publicada en el desaparecido diario «La Nación» el 12 de abril de 1,979 Doña «Paca» relató: «comenzamos haciendo rifas, vendiendo corozo e iba a Esquipulas a traer rosarios para venderlos a los feligreses. Así­ fuimos juntando dinero para comprarle sus cosas a la Dolorosa». Continuaba relatando la escritora de la nota, periodista Alhelí­ Pinto: «Entre los logros que ha tenido la hermandad, a partir de la fecha en que ha sido dirigida por la Señora de Nielson, se cuentan: la ampliación del anda, la adquisición de dos vestidos ?uno hecho en Guatemala y el otro en España-, la capa, la corona, el palio y el estandarte que lleve [sic] la Virgen»,

La fecha de estreno del suntuoso ajuar, según Miguel ílvarez Arévalo, Cronista de la Ciudad fue el Viernes Santo de 1,958. Dicha pieza se caracterizaba principalmente por la gran extensión del manto que era algo nunca visto en Guatemala pues las Dolorosas solí­an ser vestidas con mantos cortos cuyas caudas no sobrepasaban los 50 centí­metros. Por lo anterior puede decirse que es la Virgen de Soledad del Calvario la que implantó la costumbre de revestir a las dolorosas con mantos procesionales de gran longitud. El ajuar de la Soledad fue complementado por un halo de plata repujada junto a una corona francesa de confección serial, una fina mantilla española a manera de una toca de sobremanto, abundantes pecheras así­ como cofias de delicados encajes. Todo lo anterior, junto a decorados de andas con caracterí­sticos palios y candelabros ocasionó que la imagen recibiera el apelativo de La Macarena de Guatemala, una reinterpretación chapina de los clásicos pasos españoles. En la misma entrevista, Doña «Paca» indicó como anécdota que dicho apelativo surgió debido a «como le llamaron unos españoles que durante una visita al paí­s presenciaron el cortejo de la virgen».

Sin lugar a dudas, las declaraciones de la Señora de Nelson dejan entrever el aura de esplendor y grandiosidad salpicada de romanticismo y devoción que rodeaban el culto no solo a la Virgen de Dolores, sino al del Señor Sepultado a lo largo de esa época.

Dentro de la gran cantidad de motivos bordados en el manto sobresalí­a uno y que marcó la identificación de esta pieza: la representación de una noche estrellada en la parte superior del manto, detalle que el guatemalteco de dicha época veí­a ya cuando la Soledad habí­a pasado frente a él. Según lo dicho en algunas conversaciones con el Cronista de la Ciudad constituí­a algo muy caracterí­stico en los paseos procesionales de la Soledad ver aquella enorme cauda luctuosa tachonada de estrellas doradas y rematada por motivos florales que caí­a en la parte trasera del anda que para ese entonces apenas alcanzaba los 34 brazos, transportando a los guatemaltecos a la Sevilla que podí­an ver únicamente en catálogos y revistas turí­sticas.

A mediados de la década de los años 80 del siglo XX, Doña Francisca Vda. De Nielson dejó la presidencia de la Hermandad, habiendo fallecido años después, legando a sus sucesoras el segundo tesoro ?después de las imágenes titulares- que habí­a estado a su cargo por casi 30 años. Las últimas dos juntas directivas de la hoy Hermandad de Dolores del Calvario, encabezadas por la licenciada Martha Flores y la doctora Marí­a Antonia Pérez cuidaron celosamente el traje de tal forma que hasta el momento se encuentra completo en las 4 piezas originales que lo conforman: vestido, mangas y manto. Sin embargo, la huella del tiempo, las condiciones de conservación, la lluvia que ha recibido en algunos Viernes Santos y el trato al momento de colocarlo ha causado serios daños tales como desprendimiento de pelaje, rasgaduras, deterioro del fleco y puntilla de plata, entre otros.

Indudablemente, parte del Patrimonio de la Hermandad y de la Semana Santa guatemalteca la constituye el hermoso Manto Sevillano que a lo largo de estos 50 años ha formado una identidad propia de la imagen que arropa y que lo convierte en una pieza viva al formar parte de los recuerdos y las vivencias de Viernes Santo pasados en donde la devota cargadora actual puede recordar como en su niñez era llevada por su abuela o por su madre en las filas de la procesión en donde el traje trasciende de lo material y se torna en memoria colectiva.

La revalorización, rescate y conservación de un textil de tan alta calidad se hace necesaria en esta época actual en donde priva la idea que mientras más nuevo, mejor. Si bien es cierto, que en la actualidad la proliferación del bordado ? correctamente confeccionado o no- en la Semana Santa guatemalteca es más que evidente, en algunos casos ha dejado de ser privilegio exclusivo de las imágenes de mayor veneración para llegar a formar parte hasta del más mí­nimo elemento de la parafernalia de una procesión. Sin lugar a dudas esto degenera su sentido original ligado a ser tributo a la divinidad y santidad de los personajes ligados a la historia de la Salvación para convertirlo en otro elemento decorativo y serial más, entre los muchos que han entrado a la Semana Mayor.

Según fuentes de la hermandad, en algún momento se pensó descontinuar el textil sustituyéndolo por uno bordado con hilos sintéticos. Por fortuna, dicha idea fue abandonada y la actual Junta Directiva, Presidida por las Señoritas Magdalena Méndez, Elvira Sabán e Irma Menchú, devotas jóvenes y con gran iniciativa, han emprendido el proyecto de restauración del Manto de Estrellas, concientes de su valor histórico, social, artí­stico y religioso y ante todo convencidas que la noche del Viernes Santo novoguatemalense es de luna de Nisán y tachonada de estrellas representada en el sin igual manto de la Soledad de El Calvario, gran legado de «Doña Paca» y de las emprendedoras mujeres que le rodearon.

En el presente Viernes Santo, 6 de abril 2007, la Santí­sima Virgen de Soledad del Calvario, Dios mediante, volverá a lucir el ajuar sevillano después de dos años de no hacerlo; esto con el fin de poder dar a los miles de espectadores del Santo Entierro la oportunidad de recrear sus ojos al ver el más suntuoso ajuar que una imagen mariana pueda poseer en Guatemala.