Más calamidad, más candados


Editorial_LH

La experiencia demuestra que los Estados de Calamidad sirven principal y casi exclusivamente para facilitar el saqueo a que está sometido de manera constante el paí­s. Algunos escriben de los gobiernos de Serrano, Portillo y Colom como los más avorazados de la historia, haciendo expresa y notable omisión de los gobiernos de Arzú y Berger, cuando la verdad es que aquí­ todos se han armado hasta los dientes y usado el poder fundamentalmente para su beneficio.

 


Precisamente por experiencias como Stan, Mitch y ígatha, hay que exigir que cualquier asignación que se haga para cubrir los gastos de la emergencia, fundamentalmente producto de la misma corrupción que permite hacer obras de pacotilla, se le pongan los más severos candados porque si alguien roba dinero aprovechando esta tragedia nacional, merecerí­a ser colgado en plena Plaza Central.
 
  Las revoluciones muchas veces terminan siendo sangrientas por esos excesos. Cómo explicar que los constructores, del populacho y de postí­n, se roben el dinero del pueblo y hagan mamarrachos que no sólo se destruyen sino que cobran vidas, como ocurre cuando se vienen las laderas de las carreteras que hacen gracia a sucios y jugosos contratos. Por supuesto que a la hora de una Revolución no faltará quien recuerde a esos sinvergí¼enzas y pida que los cuelguen en plena Plaza Central. Cuando la justicia no funciona y no hay castigo al corrupto, tarde o temprano una explosión social hace justicia por propia mano y en forma sumaria.
 
  Mientras que el pueblo está en la pena por los daños, los constructores ya están en la pepena, preparando sus ofertas para volver a construir lo que hicieron mal, para reparar los daños causados por su corrupción al usar malos materiales o bajar costos dejando las laderas desprotegidas para que el primer aguacero se las traiga abajo. Unos en la pena y otros en la pepena es la triste y constante historia de este paí­s.
 
  Es importante asignar recursos para que se pueda atender a las ví­ctimas y para que se principie aceleradamente la reconstrucción, pero poniendo candados para que esas transferencias no vayan a parar a la bolsa sin fondo de los programas electoreros que ha manejado este gobierno. Y hace falta una auditorí­a permanente, constante y severa, para impedir que ese dinero sirva para alimentar la voracidad de tanta empresa constructora dirigida sin ninguna ética ni valores y que únicamente están viendo cómo incrementan sus ganancias a costillas de las necesidades, y lo peor de todo, del sufrimiento de nuestra gente. Eso tiene que cesar, tenemos que parar el latrocinio cuando sus consecuencias son tan graves y fatales porque así­, Guatemala no tiene futuro ni viabilidad. Somos contrarios a la pena de muerte, pero esos largos le dan la razón a los que defienden ese castigo.

Minutero:

La lluvia trae destrozos
y oportunidad de negocios;
funcionarios y sus socios
nos van a dejar en trozos