El 190 aniversario de nuestra emancipación política fue celebrado con muestras de regocijo pluralista. Representa la mayor efeméride patria en el marco de acontecimientos del ayer, como una nebulosa gigante. Merecedora del análisis sereno, con los pies sobre la tierra; libre sí, de apasionamientos y prejuicios, ajeno a tradiciones, en consecuencia es, transculturación.
Año tras año en esta fecha principal y complementarias actividades, salen a luz entusiasmadas, en homenaje a una controversial libertad de España. Es el caso repetitivo que sí obtuvimos ese logro, o bien, no pasó de una mera emancipación, seguida de la anexión vergonzosa al Imperio Mexicano de Iturbide, al filo de entreguismos obcecados hasta el 1 de julio de 1823.
Eso cobra contundencia al instante mismo de hacer la obligada interrogante que tiene marcas de fuego candente. Al abrir bien los ojos y escuchar voces de la conciencia, damos paso enseguida a la cuestión persistente si por ventura hemos conseguido la auténtica libertad en arrebol, tan soñada por todos los hijos de nuestra Guatemala irredenta y sufrida constantemente.
La dependencia vigente va en aumento en diversos y complejos sentidos; vale decir, recibimos presiones económicas, también sociales y el ligamento de la mal llamada globalización. Firmamos tratados, convenios a diestra y siniestra, siempre a título de perdedores, al observar los resultados del todo desfavorables y perniciosos, semejante a la famosa carabina de Ambrosio.
Escuché hace años en una celebración septembrina de labios del director de un plantel educativo, el segmento harto conocido, cantar con voz de bajo indeciso: “Qué inocente es nuestro país». Resuena en oídos de una expresión consumista en acción discordante, eufórico, y acaso paranoico, recalcar mediante el indicador huidizo, traducido en palabras más, palabras menos.
Percibo, según mi criterio y entenderás el influjo arrasante, día tras día, del efecto reprochable de tan innegable transculturación dominante. Por ejemplo: canciones, bailes y trajes; asimismo, modas trasnochadas, modismo e inclusive el refranero popular, en claro desmedro, entre otras cosas del visible sesgo contra la idiosincrasia definida y antañona sin duda alguna.
Alejadas están esas demostraciones, fácilmente volanderas, debido al ausentismo y autenticidad, junto al auténtico fervor patrio. En resumidas cuentas, mucho ruido y pocas nueces; todo es volátil, mero espejismo. Urgente y necesario viene a ser otro aspecto básico, portador de la química a grandes y cimentados raudales, conteniendo mucha adrenalina.
El legítimo patriotismo se mama en el seno maternal, endosado a la partida de verdaderos valores, a la cabeza el amor patrio. Demostrado a diario en el suceder de actos valiosos y ejemplares de la existencia. El desafío es visualizado y la respuesta consiguiente está alineada con potente fuerza capaz de constituir ejemplos y su respectivo seguimiento.
No solamente en ocasión de estas conmemoraciones septembrinas. Guatemala tiene condición de urgencia del decidido y permanente concurso de todos y cada uno de sus hijos, presentes y ausentes del terruño amado. Resulta ser fuego tenaz dando buenos efectos en beneficio propio como de tantísimo compatriota muchas veces marginados y en el peor de los casos olvidados.
Guatemala tiene todo de todo, en sentido positivo. De esa suerte no enfada en lo más mínimo la exposición diversa concerniente a la divulgación en aras del fomento turístico, que a reservas de países a sus coetáneos, recomiendan abstenerse de ese plan, Por lo tanto los sitios que contienen dicho privilegio extraordinario mantienen interés del visitante en general.
Prosigue firme el atractivo, el prodigioso caso de ser el país, plurilingue, multiétnico y pluricultural. Deber nuestro en el afirmamiento de la efeméride consistente en el 190 aniversario de la emancipación política de España. Coadyuvemos con el clásico granito de arena en beneficio siempre de la verdadera Independencia de nuestra tierra, un día feliz.