Sabí­a lo que se necesitaba


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Steve Jobs vio el futuro y guió al mundo hacia él. Trasladó la tecnologí­a de las cocheras a los bolsillos, llevó el espectáculo de los discos a los bytes y convirtió los artefactos en extensiones de las personas que los utilizan.

Por JORDAN ROBERTSON SAN FRANCISCO / Agencia AP

Jobs, quien fundó y dirigió Apple, nos dijo lo que necesitábamos antes de que nosotros lo supiéramos.

«Para algunas personas, es como Elvis Presley o John Lennon, es un cambio en nuestro tiempo», dijo Scott Robbins, de 34 años. «Es el fin de una era. Es como el fin de los innovadores».

Apple anunció la muerte de Jobs en un escueto comunicado, sin mencionar una causa especí­fica. Murió en paz, dijeron en un comunicado sus familiares que estuvieron con él a la hora de su muerte. Tení­a 56 años.

«La inteligencia, la pasión y la energí­a de Steve fueron la fuente de incontables innovaciones que enriquecen y mejoran todas nuestras vidas», expresó Apple. «El mundo es inconmensurablemente mejor debido a Steve».

El presidente estadounidense Barack Obama, por su parte, dijo en un comunicado que Jobs «ejemplificó el espí­ritu del ingenio estadounidense.

«Steve fue uno de los más grandes innovadores estadounidenses: con valor para pensar distinto, audacia para creer que podí­a cambiar el mundo y talento para hacerlo».

Jobs luchó contra el cáncer desde 2004 y recibió un trasplante de hí­gado en 2009 luego de tomarse una licencia laboral por problemas de salud que no fueron revelados. En enero se tomó otra licencia —la tercera de que comenzaron sus problemas de salud— y renunció como director en agosto. Jobs fue el presidente de Apple y le entregó la dirección general al sucesor que designó, Tim Cook.

Frente a la sede de Apple en Cupertino, tres banderas —la de Estados Unidos, la de California y la de Apple— ondeaban a media asta el miércoles por la noche.

«Los que hemos tenido la suerte de conocer a Steve y trabajar con él hemos perdido un querido amigo y un mentor que nos inspiró», escribió Cook en un correo electrónico a los empleados de Apple. «Steve deja una compañí­a que sólo él podrí­a haber construido».

Al cultivar la sensibilidad contracultural de Apple y la ética del diseño minimalista, Jobs lanzó un producto sensacional tras otro, incluso ante la cara de la recesión de finales de la década del año 2000 y ante su propia fallida salud.

Ayudó a convertir las computadoras de un pasatiempo de los obsesivos de la informática a una necesidad de la vida moderna en la casa en la oficina, y en el proceso puso de cabeza no sólo la tecnologí­a personal, sino también a las industrias de la telefoní­a celular y la musical.

El espí­ritu personal de Jobs, un amante de los alimentos naturales que adoptó una filosofí­a del budismo y New Age, estuvo í­ntimamente ligado a la persona pública que dio forma para Apple. Apple en sí­ misma se convirtió en una declaratoria contra la mercantilización de la tecnologí­a: un punto de vista clí­nico, para ser precisos, de una empresa cuyas computadoras pueden costar tres o más veces que otras de sus rivales.

Para los amantes de la tecnologí­a, comprar productos de Apple significaba entrar a un club exclusivo. Por encima estaba una complicada y contradictoria figura que era infinitamente fascinante: incluso para sus detractores, de los cuales Jobs tení­a muchos. Jobs era un héroe para los techno-geeks y un villano para los socios a lo que intimidó y para aquellos empleados cuyos proyectos bruscamente mató o reclamó como propios.

Solí­a subir al escenario en las ferias y eventos de Apple en jeans, zapatos deportivos y suéteres negros, hechizando a la audiencia con sus más recientes innovaciones y concluyendo siempre con una presentación final precedida con la frase: «Hay un asunto más».

Para transformar a la industria estadounidense tuvo pocos rivales. Durante mucho tiempo estuvo ligado a su contemporáneo de la era de las computadoras personales Bill Gates, y atrajo comparaciones con otros genios creativos como Walt Disney. Por cierto, Jobs murió como el mayor accionista de Walt Disney Co., tras la venta del estudio de animación computarizada Pixar en 2006.

En 2001, Jobs lanzó el iPod, que ofreció «1.000 canciones en tu bolsillo». En los siguientes 10 años, sus auriculares blancos y control digital parecí­a más omnipresente que el reloj de pulso. En 2007 llegó el iPhone con pantalla táctil. Y en 2010, Jobs presentó el iPad.

Para 2011 Apple se habí­a convertido en la segunda compañí­a más grande de Estados Unidos por valor de mercado. En agosto, la empresa superó a Exxon Mobil como la compañí­a más valiosa.

Jobs comenzó Apple con un amigo de la secundaria en un garage en Silicon Valley en 1976, fue obligado a dejar la empresa una década después y en 1997 regresó a rescatar a la compañí­a.

Durante su segundo periodo se convirtió en la empresa de tecnologí­a más valiosa en el mundo con un mercado que ascendí­a a los 351.000 millones de dólares. Casi toda esa riqueza se amasó a partir del regreso de Jobs.

Steven Paul Jobs nació el 24 de febrero de 1955 en San Francisco, hijo de Joanne Schieble —para entonces una estudiante de posgrado soltera— y Abdulfattah Jandali, un estudiante originario de Siria. Fue entregado en adopción a Clara y Paul Jobs, quienes alentaron su afición por la electrónica. Se graduó de la secundaria en 1972 y se inscribió en la universidad Reed College en Portland, Oregón, pero pronto abandonó los estudios.

Le sobreviven su hermana Mona Simpson, su hija Lisa Brennan-Jobs, su esposa Laurene Powell y sus tres hijos Reed, Erin y Eve.