Metales preciosos entre aguas negras y basura, una fuente poco común de empleo


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La pobreza en la que está sumida al menos el 60% de la población guatemalteca, así­ como la falta de empleo y oportunidades de desarrollo, obliga a la creatividad de los guatemaltecos para agenciarse de recursos para vivir, aunque ello implique hacerlo en condiciones poco higiénicas y adversas.

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Johan Ordoñez
lahora@lahora.com.gt

De esa forma, alrededor de 200 personas arriesgan sus vidas en “La Mina”, el rí­o de aguas negras ubicado al fondo del barranco de la zona 3, a inmediaciones del relleno sanitario.
    
En esa área, los “mineros” como se les denomina a esas personas,  se agencian de piezas de oro, plata o chatarra que luego venden a recicladores. Los “mineros” buscan con ello cubrir sus necesidades básicas y muchos de ellos han logrado subsistir gracias a los bienes encontrados en el fondo de un rí­o que les da esperanza.

De tal forma que  un quintal de chatarra lo venden en Q85, mientras que por la libra de bronce reciben Q10.
 
“Encontré un anillo de 14 kilates, son por lo menos unos Q700. Con eso ya hice mi dí­a, pero sigo trabajando porque puede ser que encuentre otro anillo o cadena. En este trabajo es cuestión de suerte”, afirma Pedro López, mientras guarda en un frasco su valioso hallazgo.
    
Julio Garcí­a es un guardia privado de seguridad, pero en sus dí­as libres también toma su pala o piocha, así­ como un imán, para ir a buscar metales preciosos en La Mina pues con eso completa el sustento familiar, toda vez que, según afirmó, lo que gana como policí­a no le alcanza.
    
NO TODO ES TAN FíCIL
    
Pero en esa área no todo es tan fácil como aparenta. Para llegar a “La Mina”, los recolectores de metales caminan cerca de 20 minutos por senderos escabrosos, en los que han improvisado un sistema de cables que utilizan para evitar caer en las quebradas.

Los mineros podrí­an utilizar los accesos convencionales, pero eso implicarí­a sumar hasta una hora y media en su ardua jornada laboral.

Quienes se dedican a esta actividad están conscientes de los riesgos que corren. “Sólo recuerdo que el agua vení­a con mucha furia y la tierra se vino. Quedé atrapado, gritaba que me ayudaran, pero nadie me escuchaba, hasta que alguien o algo me levantó y me sacó de la tierra. Gracias a Dios estoy vivo”, recuerda Marco Antonio Yupe, cuya voz refleja a ratos los recuerdos de dicha experiencia, en la que murieron varios de sus compañeros.
    
Para evitar situaciones como la descrita en el párrafo anterior, todos los que trabajan en “La Mina” están organizados y saben muy bien que cuando empieza la lluvia deben detener sus labores y evacuar el lugar de inmediato, pues en cuestión de minutos el rí­o de aguas negras llena la cuenca y rebasa su cauce. En algunas ocasiones provoca deslaves (basura y tierra) y por consiguiente las tragedias quedan a la orden del dí­a.
    
No obstante, todos concuerdan en que el mejor momento para trabajar es cuando termina de llover, pues se remueve todo y los metales quedan más visibles y fáciles de recolectar.
    
La jornada laboral empieza desde la madrugada y puede prolongarse hasta elevadas horas de la noche, de acuerdo con las condiciones climáticas. Mientras tanto, en la parte alta del barranco, los recicladores aguardan pacientemente a que los “mineros” lleguen a ofrecerles lo recolectado.