Otto Pérez no puede sonreí­r…a Manuel Baldizón se le facilita


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Leí­ la columna de Gustavo Berganza y no estoy de acuerdo, cuando plantea que el general Otto Pérez Molina deberí­a de sonreí­r más. El general no rí­e ¿acaso porque no logró ganar en primera vuelta? En cambio, el doctor Manuel Baldizón si sonrí­e, abiertamente, porque logró más de un millón de votos y “colarse” para la segunda ronda. Y eso lo tiene contento, porque está a punto de conseguir su mejor “actuación” de vida. í‰l cree, firmemente, que va a ganar la Presidencia de la República como muchas otras cosas importantes que ha logrado en la vida, con sólo proponérselas.

Ramiro Mac Donald

 


¿Pero, por qué no estoy de acuerdo con Gustavo, a quien aprecio y admiro? Primero, porque los generales no sonrí­en plásticamente. No son personas que anden “pelándole” los dientes a la gente, como otros candidatos. El general Otto Pérez es circunspecto, reservado, prudente. Y esa es la imagen que viene forjando hace años: Un hombre con ¿extremado? autocontrol. Sin embargo, no proyecta miedo, como otros “militarotes” de épocas recientes… al solo verlos amedrentaban (como el general Lucas).  No, la mirada de Otto Pérez expresa algo que no intimida, aunque uno jamás podrá saber lo que está pensando. Y es un hombre “inspirador”: A muchos les inspira confianza, aunque sepan que no es un brillante orador, ni es un experto o docto en leyes, ni muy versado en alta polí­tica, o una autoridad en asuntos internacionales. ¡No! Pero eso no importa. Lo que valoraron muchos guatemaltecos, más de un millón y medio de compatriotas, es la promesa de Otto Pérez de terminar con la violencia. Y esa fue su estrategia durante los últimos años: Combatir la violencia… y con una sonrisa a flor de labio, hubiera sido imposible captar tantos votos. ¡No le habrí­an dado credibilidad a su propuesta!
    Tal vez por eso es que Otto Pérez no sonrí­e, porque sabe que si llega a ganar la Presidencia, no va a lograr concretar muchas de sus promesas, como la de acabar totalmente con la violencia y darles una verdadera paz a los más de 13 millones de habitantes. Y menos, si ataca frontalmente la violencia con polí­ticas de manodurismo o con leyes antimaras, porque él conoce bien que eso no es certero, ni puede ser efectivo… aunque lo haya prometido. Otto Pérez, como soldado de la guerra interna y que firmó la paz, es un estratega militar (esa es su verdadera experticia) y sabe perfectamente que serí­a una locura atacar violencia con violencia. Serí­a contraproducente. Tiene el espejo de lo que pasa en México: El gobierno sacó al Ejército a combatir al crimen organizado y una terrorí­fica narco reacción hiperviolenta sigue en espiral. Por eso, nadie mejor que él entiende que no puede ofrecer sonrisas en sus anuncios, porque ese rictus que proyecta, como gesto de Mona Lisa de una sonrisa a medias, para demostrar que controla sus emociones (en eso sí­ estoy de acuerdo con Gustavo) calza perfectamente con sus anunciadas intenciones de combatir (y con mano dura) a los facinerosos. Estrategia que sí­ le ha funcionado captando la desesperación del votante… y bien.
    Estoy de acuerdo con Gustavo que esa sonrisa con que se presenta actualmente Otto Pérez es “encorsetada”, ceñida, ajustada, tal vez exageradamente. Pero es una imagen estudiada: Su no-sonrisa/sonrisa-a-medias es algo así­ como el discurso no oral del hombre (¿fuerte?) que quiere llegar a gobernar Guatemala, con mano de hierro, con el puño cerrado. Ese es su “libreto” y según todo parece, no va a quebrar un esquema exitoso. Aún y cuando está –todaví­a– a la caza de una agencia de comunicación que le presente una propuesta para gestionar su ya tarde campaña de segunda vuelta. En tanto que el sonriente de Manuel Baldizón, arrancó con un muy bien planteado refrescamiento de imagen, este balotaje. í‰l sí­ puede sonreí­r abiertamente, porque es un joven empresario exitoso, un polí­tico de meteórica carrera, un hábil manejador de las agendas congresiles, un verdadero “calculador” y hoy un aglutinador de disí­miles corrientes polí­ticas, inimaginables algunas bajo el mismo techo del “baldinosonazo”.
    Ahora, la inmaculada fotografí­a de Manuel Baldizón se presenta en las vallas sobre un fondo sumamente blanco, connotando que su pasado no tiene mancha; quitándose el excesivo “rojo”, hasta de su corbata; con su cabello engominado, al mejor estilo de Clark Kent y el logo de su partido muy cerca de su cerebro, para recordar que sus conocimientos lo hacen valer más…cerca de esos ojos que tienen un brillo de peligrosa, pero muy franca picardí­a. Ahora, Manuel Baldizón (en sus fotos renovadas) ya no ve hacia el futuro…en esta segunda ronda, ve directamente al receptor, leve y cálidamente inclinado, junto a un texto que propone, como un í­cono de ver hacia el “futuro”. Y rí­e seductoramente; sonrí­e como si fuera un encantador de serpientes. Por eso, Mario Taracena le bautizó como el “Smiley” del Congreso… por cierto otro polí­tico que tampoco puede ni sabe sonreí­r; menos ahora. Y hablado de sonrisas desdibujadas: al diputado copypaste Mariano Rayo, se la borraron los desnutridos (y merecidos) votos de su partido.