En Guatemala la mayor parte de la población está acostumbrada y obligada a sobrevivir con más carencias que abundancias, sea porque se la pasa desempleada o subempleada, porque los pinches salarios no alcanzan, porque los precios de mercancías, productos y servicios se elevan, mientras los ingresos están congelados o estáticos.
A nivel del Estado y gobierno se perciben también grandes carencias, sobre todo lo que tiene que ver con la seguridad social, salud, educación, vivienda, alimentación; ¿Quién ignora, por ejemplo, la escasez de insumos, medicamentos y alimentación en la red pública hospitalaria del país?, o los altos índices de desnutrición crónica infantil, o el elevado porcentaje de analfabetismo, el déficit de vivienda, o la precaria seguridad social. Suelo escuchar de amigos y familiares que gozan del privilegio de los beneficios y servicios médico, quirúrgico, hospitalario que cubre el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, IGSS, decir que en toda época hacen falta medicamentos, “podés creer que no hay ni un acetaminofénâ€, me dijo un cuate. Y a propósito del IGSS, conozco tres casos de mala práctica profesional, en los que se ha puesto en grave riesgo o detrimento la salud de los pacientes, esta irresponsabilidad es otra gran carencia en este caso humana, que tiene que ver con la ética de los profesionales que atienden en esa institución.
De la misma manera que abundan las carencias, también hay una gran variedad de falencias; sobre todo las que planean y ejecutan las élites oligarcas, los terratenientes, los grandes empresarios de la industria, el comercio y las finanzas.
Acumular capital sobre la base de la explotación de la fuerza de trabajo, sigue siendo la regla de oro del capitalismo y de las leyes del mercado global. Siempre que haya un consumidor hay que engatusarlo. Consume porque tiene poder adquisitivo, entonces de cualquier forma, hay que esquilmar su dinero. En torno a ese criterio, engañan las empresas aseguradoras, las entidades financieras, los maquiladores, las transnacionales, los empleadores, los comerciantes, los proveedores, en general todos los actores sociales que mediante el poder económico y elaboradas falencias, compran favores, imponen modas de consumo y hacen que la gente entre a la dinámica mercantil y consumista. La clase política es otro sector que posee gran habilidad para elaborar falencias, para atraer adeptos. En todos los casos, las falencias son mala práctica.
Por último, pese a los breves rasgos de carencias y falencias sociales y políticas descritas con anterioridad, no todo se nos aparece caótico, desalentador, pesimista o negativo; en todo esto también hay algunos signos positivos, optimistas y alentadores, me refiero a la disminución de la pobreza, uno de los objetivos de desarrollo del milenio; esto es un tip importante, de acuerdo con datos de la Secretaría General de Planificación Económica SEGEPLAN (2010) en base a la Encuesta Nacional Socio demográfica ENS 1989 y la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida ENCOVI 2000 y 2006; desde el año base 1989 hasta 2006 el porcentaje de la pobreza disminuyó de 62.8 por ciento a 51.0 por ciento. Aunque no dispongo de datos actualizados y si la tendencia anterior se sostiene, es de suponer que durante la actual administración del presidente Colom, la aplicación de políticas sociales disminuyó más la pobreza, aunque seguro mantendrá una brecha con respecto a la meta de desarrollo fijada para el 2015 en 31.4 por ciento.