Alguna vez deseado


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Existen restricciones impuestas dentro de las relaciones sociales, por ejemplo en la de padres e hijos y la de cónyuges. Para dejar ser quien se desea ser. De tal forma que los caminos que alguien ha deseado en su vida se esfuman.

Dra. Ana Cristina Morales M.
crismodenesi@gmail.com

 


Hace pocos dí­as en una exposición de arte tuve la oportunidad de conocer a una amable mujer que aproximaba sus 80 años de edad.  Se le observaba con deleite de estar en ese lugar.  Apreciaba con placer la obra del artista, pero también se le sentí­a el goce de compartir entre la gente.  Comenzamos a platicar, yo le pregunté si ella también era artista, a lo que me contestó que no.  Que hací­a muchos años emprendió sus estudios en artes plásticas, que habí­a sido compañera de estudios de algunos de los presentes en el evento.  Pero…, se casó y su esposo no le permitió continuar con sus deseados planes.  Nuevamente le pregunto, ¿Y su esposo? A lo cual me respondió.  El murió hace pocos años, a eso se debe mi presencia el dí­a de hoy.

Luego de esta breve conversación, no hubo necesidad de más palabras entre nosotras. La empatí­a fluyó, al fin de cuentas las dos tení­amos la comprensión de las muchas limitantes que aún en la actualidad genera el simple hecho de ser mujer.

Pienso que esta dulce persona, pudo haber querido enormemente a su esposo, sufrir su pérdida y aún extrañarlo.  Pero a partir de la muerte de él, tuvo un nuevo reencuentro con su vida, con sus deseos y ante todo con su libertad personal de poder decidir qué desear o no desear hacer.

Reflexiono que es injusto que alguien más decida por la vida de otra persona.  Que la aparte de sus anhelos e ilusiones de vida.  A tal extremo que muchas personas olvidan cuáles eran sus metas y deseos iniciales en sus vidas.  Alguien quizás  deseaba ser bohemio, viajero, músico y a saber qué otras cosas, y de repente se vio atrapado en una rutina lejana a lo que alguna vez deseó.

En las mujeres esta situación se visualiza con mayor frecuencia, paradójicamente viven sus vidas llenando expectativas y necesidades para los otros y a veces a manera de lamento, se convierte en una fórmula necesaria que el otro muera para comenzar a vivir.  El mandato interno de cumplir con lo que se plantea como deber es más poderoso que la realidad y también oscurece su sentir.