Yo ya no conocí a don Lucas T. Cojulún, uno de los más reconocidos profesores de matemáticas de Guatemala. Ya para 1903, cuando se decretó la reforma a la Constitución de la República para extender el período de Manuel Estrada Cabrera, don Lucas fue diputado constituyente por Totonicapán y luego un reconocido maestro de generaciones que pasaron por el Instituto y los principales colegios de la primera mitad del siglo pasado.
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Y cuando alguien se hacía bolas con los números, siempre salía otro diciendo que “si don Lucas T. Cojulún no engaña, la suma es tanto…â€. Por ello en estos días se me ha venido el nombre de ese profesor porque es obvio que los candidatos que entraron a segunda vuelta están que no les alcanzan los dedos para hacer sus matemáticas sobre cómo es que las distintas alianzas les suman votos y en qué cantidad. Felices proclaman que han logrado la adhesión de fulanito, sin que importe si ese “líder político†tiene arrastre únicamente entre sus familiares o si le puede sumar veinte votos pero al mismo tiempo le va a restar cincuenta por los anticuerpos que genera.
En los días que han transcurrido desde la elección general para hoy, todo se centra en las operaciones matemáticas de suma, sin que nadie piense jamás en una resta ni tampoco tengan mucho empacho para echar en la misma columna repetidas cantidades de votos.
La verdad es que hay una diferencia de casi seiscientos mil votos que se tiene que enfrentar a como dé lugar y ese viene a ser algo así como el número mágico de la contienda. El gran mito al día de hoy es cómo los votos de la coalición UNE-Gana pueden ser decisivos, puesto que en realidad ya lo fueron. Al final de cuentas no hubo consigna para votar nulo en la elección presidencial y el endoso de los votos se dio con la garantía formal e irrenunciable de la Bolsa Solidaria, por lo que ese monto de votos ya está sumado, aunque lo vuelvan a poner una y otra vez para incrementar la expectativa.
Si las cosas están así y la UNE encontró en Baldizón su plan B que nunca quisieron admitir para no decir que tenían otra salida en caso de que no se inscribiera a la señora Torres, los de LIDER tendrán que hacer grandes esfuerzos para atraer el voto de miles de guatemaltecos que escogieron otras opciones cuando sintieron que ya no había peligro de que la señora de Colom pudiera encaramarse al poder. Porque no se puede pasar por alto que hay en el país una extrema polarización marcada por la figura política de quien fue primera dama y utilizó la posición para instrumentalizar la pobreza con fines electorales mediante la creación de programas que, por eso, terminaron siendo clientelares a pesar de que pudieron ser totalmente nobles en la lucha contra la pobreza.
Personalmente siento que hay en todo esto una especie de dilema destructivo, puesto que Baldizón sin los votos de Sandra Torres no puede llegar muy lejos, pero los votos contra ella le pueden hacer un enorme contrapeso. Y allí es donde se hace bolas la ecuación y tiene que recurrirse a la sabiduría de don Lucas T. Cojulún, un maestro cuyo nombre no dice nada a las generaciones actuales porque aún la nuestra, que ya está en la tercera edad no lo conoció ni lo recuerda, mucho menos esa patojada que tomará la decisión al final de cuentas sobre a quién encomendarle la conducción de los destinos patrios por los próximos años. Si fuera Pérez o Baldizón sería una cosa, pero entrando Sandra Torres al baile, todo cambia.