Haciendo memoria, no logramos captar qué fue lo que más estimamos en Carlos Martínez Durán. ¿Su compostura? ¿Su sólida formación francesa unida a nuestro emocionado quehacer provinciano? ¿Su parnasiano estilo confundido con guatemalteca picaresca? ¿Su extraordinariamente límpido espíritu donde el escepticismo y el odio no tuvieron cabida? ¿Su radical asombro de corte liberal acostumbrado a las grandes y claras líneas, ante el amplio y confuso espectro de las nuevas corrientes políticas? ¿Su racional ingenuidad al narrar su experiencia política de gobierno como Ministro de Educación, en un momento calificado por el canibalismo, la espontaneidad, las fuerzas primarias y la violencia? ¿La ternura con que se extasiaba ante sus libros y objetos y los mostraba a sus amigos? ¿El vivir en Leuconoe de Pinula, entre flores meticulosamente custodiadas y amadas, grandes árboles, libros, documentos, pinturas y doña Leonor? ¿El entusiasmo -que nunca comprendimos- por su propia genealogía con todo y árbol pintado en la pared de su sala? ¿Su amor físico por Guatemala? ¿El afecto por nuestra ciudad, sus calles, leyendas, sus personajes? ¿Su admiración y cariño por mi Antigua? ¿Su honradez universitaria y su devoción y lealtad por la de San Carlos? ¿Su colección de fotografías? ¿El haberse muerto de pie, trabajando su último libro, su estudio de Rodó? ¿Su hermosa biblioteca alejada de la casa central…?
No lo imaginamos como lo vimos la última vez en Leuconoe. Una larga tarde que encendió nuestros espíritus en un diálogo vivaz. ¿Te recordás Carlos Caal? ¿Te recordás Tono Móvil? Alrededor de largos tragos de ron hospitalario, nos dejamos llevar por Martínez Durán a su propio hábitat: de agudeza, de arte, dulzura, emocionado patriotismo, lealtad universitaria, seriedad académica, categoría…
Por alguna razón, pensamos al despedirnos, bien entrada la noche, que no le volveríamos a ver. Observador participante de su cruel mal -que cuidadosamente ignoraba coloquialmente- esta vez se refirió a él. Las enfermedades agudas son biológicas ?recordó-, pero las crónicas son biográficas. No sufren, se viven. Y ante lo irreparable -artista al fin- se limitó a marcar laboriosamente su propio inventario, y a esperar…
El homenaje a Martínez Durán está en su propia vida y obra. La Universidad de San Carlos -a quien pertenece- deberá publicar la inédita. Su epistolario, seguramente archivado con esmero, debería conocerse, en una colección que recogiera sus joyas iconográficas.
Guardo con gran afecto, las dos últimas cartas que de él recibí en ciudad de México. Son un hermoso autorretrato. Su propio homenaje. Aquí están:
Guatemala, 3 de noviembre de 1972
Sr. Dr. Jorge Mario García Laguardia
México. D.F.
Muy distinguido y fino amigo:
Revisando y clasificando correspondencia me encuentro varias suyas de Europa, y una tarjeta de 1963, es decir casi una década, del Lago Maggiore y de las bellísimas islas, todo verdor y luz. Tal encuentro se une a lo más nuevo, la Revista de la UDUAL, no 48, con su amabilísimo y generoso comentario. Gracias por no haberse detenido en su lectura, y por eso que usted llama «espíritu extraordinariamente límpido», un juicio avalado por usted que me llena de satisfacción.
Usted, como peregrino, sabe también el gozo del viajar buscando paisaje y hombre, macrocosmos y microcosmos en la más suntuosa capital o en la más humilde villa.
Hace tres siglos, Tomás Sydenham, médico inglés, decía que las enfermedades agudas son biológicas y las crónicas, biográficas. El vivir largamente su propia patología y los pasos tardos o veloces de la muerte inevitable nos lleva a esas Meditaciones que usted bien valora en su angustia y en su religación con Dios.
Mil y mil gracias. Salude cordialmente al Dr. Del Pozo, felicítelo por el nuevo número, siempre excelente, y hágale ver esa verdad que usted ha puesto tan bien en su comentario: «vinculación permanente y apasionada» con la UDUAL.
Espero que su trabajo sea feliz. Y que pronto nos vaya dando más libros, en búsqueda de esa OPERA OMNIA que tanto amamos.
Un abrazo cordial. No deje de venir a mi casa cuando vuelva al Alma Mater o a la Cara Parens.
Dr. Carlos Martínez Durán
Guatemala, 22 de octubre de 1971
Muy estimado amigo:
Su carta de 10 del mes en curso me agradó bastante, pues el hecho de trabajar en la Unión de Universidades Latinoamericanas, es una satisfacción para todo guatemalense, pues esa para mi muy querida e inolvidable institución internacional, nació en la Universidad de San Carlos durante mi primer rectorado.
Me alegra que haya sido tan rápida la adaptación al nuevo medio, más o menos semejante al nuestro, pero nunca igual a la casa, a la patria, insustituibles.
Leí no hace mucho un pequeño libro sobre la diferencia entre nostalgia y saudade, esta última tan grata al oído y tan dura en la realidad. La nostalgia viene del nostos y algos griego, es decir el dolor o ausencia de la casa o de lo nuestro, es sentimiento universal y de tipo colectivo. Empero, la saudade, siendo lo mismo, es totalmente personal e intransferible. Espero que ninguno de estos sentimientos le llegue pronto.
Los dos temas de su estudio son apasionantes, uno con toda la fuerza de lo actual y la problemática del inmediato ayer, el otro, investigación seria sobre la obra de un sabio de verdad y de un político dudoso. ¿Cómo actuaría en un imperio y al lado de Iturbide, en un Congreso, un economista calcado en el utilitarismo inglés? Su estudio nos lo dirá, con la verdad y toda la verdad, verbum ad verbum, como decían sus colegas de aquel tiempo.
Gracias por lo del Dr. Flores. Es penoso que una obrita como la de las lagartijas de San Cristóbal Amatitlán, sin importancia, haya gozado de la difusión cultural y universal más extraordinarias; y sin embargo sus obras sobre la fabricación de lentes apocromáticos (realizada en la Granja de Madrid), el barco de vapor, y la conservación de las carnes en alcohol, no merecieron esa divulgación. Tengo copias facsimilares de la polémica sobre las lagartijas. Don Antonio León Gama estaba a favor, don Manuel Antonio Moreno y don Alejo Ramón Sánchez en contra. D.J. Vicente García de la Vega también tomó parte en las reflexiones. Y gracias a ello, el librito de Flores se tradujo al italiano y al francés. El Dr. Barón Castro, en Madrid, me obsequió también en forma facsimilar la traducción francesa Chez Gastelier Parvis de Notre Dame No. 15 (1788). Esta edición y la italiana de Palermo relatan todos los casos curados con la lagartija, y como siempre, dicen ser un nuevo específico aportado por México.
Mil gracias por todo. Los mejores votos para su investigación. Siempre a su cordial mandar.
Dr. Carlos Martínez Durán.