Aún en nuestros días prevalece la falsa creencia de que más allá de la ciudad capital, Guatemala es puro folclor y que tras el colorido de los trajes y las exóticas costumbres de los pueblos mayas existe en su plenitud el buen salvaje en un paraíso que todavía no se ha perdido. Es la falsa idea que se le vende a los turistas y que, como buenos mentirosos, terminamos creyéndola nosotros mismos. De esa cuenta, no deja de extrañarnos, de hacernos sentir incómodos, cuando un pintor de Sumpango como Gonzalo Laroj, rompiendo ese prejuicio distorsionante, nos presenta unas imágenes que no excluyen el sufrimiento, la pobreza, la injusticia y la violencia con un lenguaje plástico que es a la vez realista, poético e irónico.
Con sus cuadros realistas y poéticos, Gonzalo Laroj nos demuestra que, en el fondo, no existe algo así como pintura ingenua, naif o primitivista y que, cuando el artista es legítimo, la obra necesariamente resulta crítica. Así, su contemporaneidad no le viene dada por la novedad de sus temas, la sintonía de su estilo con la moda del momento, lo insólito de la técnica o los materiales, sino por pertinencia de su contenido crítico y la actualidad de los asuntos que le preocupan. Con esa simple actitud, siempre es difícil asumir, que anima su trabajo artístico, la pintura de Gonzalo Laroj logra su primer mérito: enfrentar al espectador a sus propios prejuicios y de esta manera obligarlo a ampliar su conciencia.
Esta exigencia de ensanchamiento de la conciencia que plantea la pintura de Gonzalo no es antojadiza ni arbitraria; es un proceso que él mismo ha sufrido en su formación artística y humana, como se puede comprobar en la evolución de su pintura. En efecto, al evaluar su progreso artístico se hace evidente que un elemento predominante y permanente de su obra ha sido el dibujo; el dibujo académico y realista para ser más precisos, el cual, como todo el mundo sabe, exige, más que una observación atenta, una penetración profunda en la esencia de los seres, los objetos y las situaciones. Para Gonzalo el dibujo no es simplemente una habilidad para la cual tiene una natural disposición: ha sido el instrumento para aguzar sus observaciones de la realidad y una herramienta para estructurar en sus cuadros y en su conciencia una imagen que desde esta óptica se nos presenta ahora como el dislocamiento de una cosmovisión tradicional.
Sin embargo, la dislocación o excentricidad con respecto a una cosmovisión ancestral que caracteriza a su pintura no deriva en una contradicción o incongruencia estética, sino más bien provee a su realismo y a su poesía un acento irónico grave y acusador: no es su pintura la que está dislocada, es la realidad de la que surge.
Con Gonzalo Laroj se trata no sólo de un artista joven sino de una conciencia en expansión de la que cabe esperar una pintura más profunda y contagiosa.