La izquierda, necesidad de una autocrí­tica


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Mi artí­culo de la semana pasada ha merecido comentarios entre los cuales quiero destacar un cuestionamiento y una aclaración. El cuestionamiento es que en mi columna yo parto del supuesto de que el general Pérez Molina ganará las elecciones del 6 de noviembre y buena parte de mis lectores y lectoras no están tan seguros de que eso suceda así­. El lunes 7 de noviembre este debate quedará zanjado. La aclaración tiene que ver con lo que me ha escrito Luz Méndez, a quien agradezco su precisión, quien me cita un comunicado oficial de la URNG en la cual dicha organización informa que obtuvo tres diputados, cinco alcaldí­as y concejalí­as en un número importante de municipios. La aclaración es sustancial: la izquierda no desaparece del mapa polí­tico electoral como expresé de manera apresurada, sustentándome en diversos análisis recibidos e informaciones periodí­sticas que por lo visto eran preliminares.

Carlos Figueroa Ibarra

 


Pero este hecho no rebate el que el desempeño electoral de la izquierda es pobre y con retrocesos. En 1995, la URNG todaví­a seguí­a en la clandestinidad y usó las siglas del Frente Democrático Nueva Guatemala para participar. En esa ocasión el FDNG obtuvo 6.85% de los votos con el muy honorable Jorge González del Valle como candidato presidencial. Pero esta decisión fue una de carácter cupular impuesta desde México, haciendo a un lado el entusiasmo que en las bases habí­a generado el nombre de Alfonso Bauer Paiz. En 1999, la URNG buscó alianzas con sectores de centro izquierda y postuló a ílvaro Colom logrando con ello su mejor resultado electoral con 11.26 de los votos, porcentaje que muy bien hubiera podido llegar a más del 12% si no hubiera roto las alianzas con los dueños del registro del FDNG el cual ese año obtuvo 1.26%. Después de 1999, los resultados son francamente pobres: en 2003 la URNG obtuvo 2.58% de los votos y en 2007 bajó a 2.14% lo cual podrí­a subir a 2.7% si se agregara el exiguo 0.56 que obtuvo Pablo Monsanto usando las siglas de Alianza Nueva Nación.

Los que leen mi columna desde una postura de la derecha no se cansan de decir que estos resultados son una muestra de que el pueblo de Guatemala no es de izquierda. Con esta lógica puede decirse que tampoco es partidario del militarismo y del genocidio: el 65% de los electores no votó por Pérez Molina. La diferencia estriba que Pérez Molina contó con una enorme cantidad de recursos, el apoyo de la cúpula empresarial y el de la mayor parte de los medios de comunicación. El fracaso electoral de la izquierda tiene en estos hechos una parte de su explicación: cuenta con pocos recursos financieros, tiene en contra a los más grandes poderes fácticos de Guatemala, quedó históricamente mermada por los efectos del genocidio, y tiene el encono mediático que no es mayor porque no representa amenaza electoral al orden establecido.

Más allá de las circunstancias externas, la izquierda debe hacer autocrí­tica profunda con respecto a su desempeño. En primer lugar un ajuste de cuentas con los atavismos centralistas y autoritarios que vienen de su pasado clandestino y polí­tico militar. La falta de democracia interna ha ahuyentado de sus filas a militantes y simpatizantes valiosos que han terminado en el retiro a la vida privada o la participación con otras fuerzas polí­ticas y sociales. Debe erradicar su sectarismo que la ha llevado a romper alianzas que podrí­an haberla llevado a mejores resultados electorales. En Uruguay el Frente Amplio ha ganado con 52% de los votos mientras que encuestas indican que solamente el 30% del pueblo uruguayo declara ser de izquierda. La izquierda debe ser imaginativa en torno a qué discurso y acciones debe tomar para captar las preferencias de un electorado que vota por programas y no por ideologí­as. La izquierda debe abrir aún más sus candidaturas al espacio meramente ciudadano y capitalizar el prestigio de personalidades que no necesariamente han militado en sus filas. Me ha resultado patético observar la rebatinga que cada cuatro años se observa por candidaturas de una fuerza que no llega al 3% de los votos… La dirigencia de la izquierda en Guatemala debe ser generosa y advertir que su tiempo ha terminado: es urgente un relevo generacional que lleve ideas nuevas y prácticas distintas. URNG Y ANN particularmente corren el riesgo de convertirse en partidos dirigidos por gerontocracias.

El fracaso electoral de la izquierda debe llevarla a la refundación largamente postergada. En México el Partido Comunista se disolvió para ir dando cabida y a alianza a otras fuerzas polí­ticas y sociales y dio inicio a un proceso no exento de contradicciones, pero que tiene hoy a la izquierda como una fuerza insoslayable en el panorama polí­tico mexicano. Pero esa refundación implica renuncias a protagonismos infructí­feros, cotos miserables de poder, ideas arraigadas, prácticas anquilosadas y ambiciones personales.

He aquí­ el reto que desde 2003 tiene en sus manos la izquierda. Si lo asume tendrá alguna oportunidad. Si no lo hace, los guatemaltecos tendrán que seguir decidiendo entre cáncer o sida como sucederá el próximo noviembre.