Plagios e imitaciones


rene-leiva-pixeleada

A propósito del diputado arzubiquista que “escribí­a” para La Hora, cuyo nombre no vale la pena recordar, quien se fusiló un escrito aparecido en Argentina, serí­a imposible seguir las huellas, sólo en materia de artí­culos periodí­sticos, a cuantos textos sufren de apropiación indebida total o parcial sin entrecomillarlos o citar fuentes. En el incidente aludido el plagiario reconoció su “culpa intelectual” sólo porque fue descubierto en ese caso especí­fico, como suele suceder con todo trasgresor incurable, porque si no hubiera seguido saludando con sombrero ajeno, eso es seguro.

René Leiva

 


Hay plagios en la composición musical, la pintura y la literatura, la arquitectura y el cine, la ciencia y la técnica, la polí­tica y la filosofí­a, la moda e incluso el deporte. “Simples” ideas y obras concretas son vulnerables de tomarse prestadas o cambiar de inventor. Un estilo, una manera, un modo, una forma peculiar o con cierta originalidad puede invitar o incitar a imitarse.
   
Conozco el caso obvio y evidente, en buena medida, de un mi apreciado vecino que imita de manera estudiada –no diré si bien o mal—todo el estilo periodí­stico-columní­stico del finado Marco Augusto Quiroa en sus conocidos escritos de “Shute ques uno” y “Póquer de Ases”. El remedo va desde frases enteras a giros, modismos, provincialismos, expresiones de habla popular, vulgarismos, con una clara intención jocosa, pero ya sin la maestrí­a genuina del Quiroa devenido en columnista al margen de su obra pictórica y cuentí­stica, entre otras gracias que tuvo.
   
Aparte son las influencias, más o menos inevitables, debidas a las lecturas y a las tradiciones; toda la materia prima ilustrada, ajena, que nutre la propia cultura, y que en cualquier momento transpira por los poros de un texto cualquiera.
   
La imitación instalada y posesionada es un plagio de largo aliento, de dimensiones biográficas; un préstamo de talento o ingenio no concedido pero de todos modos para ser pagado más allá de la muerte. Una larga parodia, podrí­a decirse, a manera de homenaje, no precisamente espontáneo, hacia quien es tan digno de ilimitada admiración.
   
De lo genuino a lo auténtico. El proceso es así­: el auténtico asesina al genuino, se apropia de sus genes originales. Pero pocos lectores saben distinguir una imitación, por buena que sea, del original, y éste de un origen que no existe…
   
Con todo, Perogrullo es el indiscutible autor más plagiado de la historia, en especial por los analistas polí­ticos, dicho sea con el mayor respeto.