Quién iba a creer que este septiembre seguiría siendo tan triste como el de otros años. Sí, sumamente triste porque todavía hay quienes en estas fechas dicen (o creen) que “aman†a una “patria†que vive entre la extrema pobreza de muchos y la extrema riqueza de pocos, la inanición de cientos de niños y niñas que no reciben atención básica en esa etapa tan importante de sus vidas, la falta de justicia, la criminalidad exacerbada, etcétera.
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No está de más apuntar que la independencia que tantos siguen “celebrando†fue un impulso de los criollos y constituyó, por lo tanto, un medio para que la oligarquía de la época pudiera mantener y consolidar su poder económico, pues con ella se buscaba que España dejara de percibir las ganancias económicas de ese sector.
Se dio pues la mentada independencia de los criollos y se mantuvo desde entonces el mismo modelo económico impuesto tras la invasión española, posteriormente, los mismos criollos, fueron creando cada suerte de símbolos “patrios†en cuya adoración se demuestra el “real†amor a la “patriaâ€. Todo lo que ocurra fuera de ellos es una falta de patriotismo y por lo tanto un “sacrilegio†dentro de ese (aún vigente) sistema de valores sectarios y vacíos.
El patriotismo es una forma oficial de parcializar la realidad, pues en él no cabe una segunda visión del medio en el cual se existe. En él sólo puede observarse el todo sin advertir que este es apenas la suma de una serie de factores que nos conforman como sociedad.
Ese patriotismo que el sistema pregona y exige, impide ver las dos realidades económicas (por ejemplo) en las que se encuentra Guatemala, donde la riqueza de pocas familias y la pobreza de las mayorías socava nuestro desarrollo desde hace más de cinco siglos.
En ese patriotismo todos y todas cabemos, porque todos y todas “somos Guatemalaâ€, entonces se ignora, se excluye o se vuelve invisible la desigualdad.
Además ese patriotismo es un egoísmo porque excluye, per se, a los hombres y mujeres que no lo veneren. También es ciego porque se cimienta en el fanatismo (casi religioso) de cuestiones materiales (un territorio, una bandera, un partido político) y no en la comprensión y solidaridad hacia la humanidad que habita, crea o conforma todo lo primero.
No pretendo con esto irrespetar el amor que cualquiera pueda sentir por su país, sin embargo, es necesario advertir que ese amor puede ser provocado por un sistema (bien diseñado) de mentiras y por lo tanto puede ser lesivo a nivel personal, social y humano.
Un pequeño ejemplo de esa tristeza de septiembre son las palabras que pronunció un hombre durante las votaciones del pasado domingo: “no importan los resultados, Guatemala ya ganó si todos vamos a votarâ€. Aquel hombre anónimo entra perfectamente, en el molde de patriotas que el sistema necesita para seguir tan jodido como está.
De las palabras, pero sobre todo de la actitud conformista de aquel hombre, deviene el patético resultado de las elecciones. El patriotismo no es una buena opción para el país. Ningún proyecto político que se autodenomine “patriota†o llame a eso, puede representar la opción real del cambio que en el país es urgente.
Es imprescindible dejar de venerar a ese pedazo de propiedad privada que hoy es la patria y nos enfoquemos en las y los prójimos, en aportar a esa humanidad que es la base fundamental de todos los países. Viva la libertad humana y no la libertad de mercado.