En un interesante reportaje de Gerson Ortiz, publicado en este vespertino el pasado día martes, el periodista hace una comparación entre la mayoría de las encuestas publicadas por los diarios del país y los resultados que finalmente arrojaron las urnas electorales luego de las elecciones generales del pasado 11 de septiembre. Si bien la conclusión es que casi todas las encuestas habían coincidido en cuanto a los candidatos que pasaron a segunda vuelta, los analistas entrevistados en el artículo en mención, llamaron la atención en cuanto al momento de la toma de opinión para hacer las encuestas, distinto al del momento de la elección y la inducción al voto que se da como efecto en los votantes, a través de las mismas, temas sobre los que a mi juicio debe de reflexionarse.
Para los últimos días previos a las elecciones, había encuestas que por ejemplo situaban al candidato del Partido Patriota al borde de la mayoría más uno, suficiente para lograr la victoria en una sola vuelta. El efecto que pude percibir en algunas personas con las que conversé sobre el tema, pasaba desde “que se acabe todo de una vezâ€, “ahorrémonos la segunda vueltaâ€, hasta “quería votar por XX pero voy a desperdiciar mi votoâ€, sin duda y aunque no lo escuché, podría haber existido alguien también que siendo simpatizante del partido naranja, se haya abstenido de acudir a las urnas bajo la idea de que el asunto estaba resuelto a favor de su candidato.
En otra perspectiva, si bien las encuestas acertaron en cuanto a los primeros lugares por la contienda a la Presidencia, también lo es que las distancias que marcaron entre el segundo y el tercer lugar y entre estos y el primero pudieron haber contagiado una mentalidad derrotista a los seguidores de CREO o LIDER, los cuales pensando que la distancia era mayor que la que en realidad resultó siendo, podrían no haber acudido a votar.
La Ley Electoral y de Partidos Políticos no regula nada en relación a las encuestas y en principio debe darse el crédito a los procedimientos científicos que se utilizan para realizar estas mediciones de intención de voto, sin embargo, la multiplicación de encuestas, cada una con resultados más favorables a quien las paga, debe hacernos meditar sobre la importancia de regularlas, sea a través de limitar la cantidad de empresas que pueden realizarlas o bien como lo indicaba el analista independiente Roberto Sequén en el artículo que originó la presente columna, a través de que “las encuestas deben de ser certificadas por organismos internacionales que hayan pasado por un proceso de calificación…†En resumidas cuentas, la proliferación de encuestas, a pocos días del evento electoral resulta un elemento que condiciona al votante o lo confunde; a la mayoría de votantes les gusta saber que inciden en el proceso, que inclinan la balanza hacia el candidato ganador, difícilmente unirán fuerzas a una causa perdedora, limitando de esa forma las oportunidades de aquellos que no se ven favorecidos por las encuestas.