En Guatemala no se quita maña; muchísimas personas de todos los estratos económicos y sociales aún conservan la cultura maquiavélica ilegal de hacer trampa, chanchullo, engaño, fraude con tal de lograr el triunfo u objetivo propuesto, no importando de qué manera se logre. En este proceso electoral, en el cual el Tribunal Supremo Electoral dio muestra de ser demasiado sensible a cometer los errores humanos más ligeros y más profundos por la ignorancia supina de sus dirigentes, quienes quisieron quedar bien con los sectores de poder y quedaron como su cara (la de ellos).
fermo@intelnet.net.gt
El abuso de algunos presidentes de mesa al no permitir que los fiscales de los partidos políticos presenciaran el conteo de votos en las mesas receptoras aduciendo órdenes expresas de los magistrados del TSE; el no permitir que los medios de comunicación brindaran información a boca de urna; el aparecimiento en botes de basura de muchas papeletas firmadas por los presidentes de mesa (caso Villa Nueva); el retardo de ingreso de resultados parciales al sistema de información y los continuos errores en la información proporcionada, son claros indicios de la pobreza técnica con que actuó.
Para muchas personas, la actuación del Tribunal Supremo Electoral ha sido magnífica; porque no saben de los innumerables errores que le restaron credibilidad a este proceso electoral; sin embargo, los magistrados se llenan la boca indicando lo mismo que hicieron sus antecesores cada cuatro años: “el proceso fue todo un éxitoâ€, “se venció al abstencionismoâ€, “nunca habían votado tantas personasâ€; en fin, solo halagos a la mejor manera de “alábate cola que no hay quien te alabeâ€.
Los problemas a resolver son de tanta trascendencia social que deberían ocupar la atención permanente de los magistrados de dicho ente electoral; manifestando la responsabilidad que les corresponde por haber fallado de manera tremenda en la selección de los presidentes de mesa de los lugares donde se produjeron los actos ilícitos que ahora deben ser corregidos.
Los magistrados del Tribunal Supremo Electoral de Guatemala deben justificar con su trabajo efectivo y además responsable, los elevados honorarios que devengan, para tratar de borrar de la memoria colectiva el tremendo hueveo que intentaron recetarse al subirse los sueldos en forma exorbitante. Ellos hablan de pureza, honestidad, decencia y otros valores morales que dicen poseer, sin embargo, con la actitud pasmada que muestran ante la población para la resolución de los problemas existentes, solo cabe dudar más de ellos; y por si fuera poco, el gasto innecesario de varios millones de quetzales en que incurrieron con las campañas publicitarias sosas y mal estructuradas.
Pero en Guatemala nadie reclama, y ellos, los magistrados, se sienten como que si un favor le hubieran hecho al pueblo de Guatemala.